lunes, 5 de septiembre de 2016

RESISTIR

No ha sido un buen verano. Si la salud no es buena no hay nada que hacer. Aunque poco a poco voy recuperando la normalidad, cada vez siento con más nitidez que ya no soy el que fui. En la soledad de cada noche reconozco con claridad mis errores, siempre irreparables, y la inevitable angustia por el tiempo perdido. Me cuesta caminar y una pesada indiferencia comienza a estar pegada a cada uno de mis pasos. El futuro siempre es corto. El pasado, injusto. Una sombra de pesimismo se instala en el centro de mi cerebro y se irradia hacia mis intestinos.

Pero mi misión consiste en ocultar esa ansiedad para no manchar el entusiasmo y la euforia que ponen mis hijos en cada uno de sus juegos. He pasado muchas horas con ellos, que han permitido que el tiempo sea más ligero. Ellos tienen potentes mecanismos para arrancarme la risa, para hacer brotar la ternura y provocar muchos instantes de felicidad cada día. Con sus delicadas voces y su mirada limpia han convertido el despertar  de una mañana cualquiera en una luminosa fiesta. Ellos han sido los inocentes héroes de este verano. Por ellos soy ahora un superviviente y he de resistir.

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