Un estupendo y soleado día de primavera se
asoma ya a la ventana y te invita a un
despertar lento. Erik Satie y su piano despacioso se confunden con el aroma del
café y de una magdalena recién salida del horno. Sin prisas leo el periódico.
Sin prisas acudo al supermercado para preparar el fin de semana que queda por
delante. Una terraza y unas cervezas junto al mediterráneo mientras contemplo
el juego distraído de mis hijos. Un exquisito plato de arroz frente al mar.
La lectura de un libro y un extenso paseo por una playa todavía fuera de temporada. Más juegos en una tarde larga de un sábado. Una ducha y el aroma anisado de un paisaje reconocible preceden a una cena delicada y ligera. Una copa en un local con encanto y una música de jazz. Una conversación interesante. Una luz adecuada y buenas noches. Con suerte, incluso podré sumergirme en un sueño extraño que me haga descender a los más profundos rincones del inconsciente.
No es fácil que uno pueda aún encontrarse con uno de estos relajados días de mayo por los que merece la pena seguir. Yo todavía puedo imaginarlos. Un día estilizado y apacible.
La lectura de un libro y un extenso paseo por una playa todavía fuera de temporada. Más juegos en una tarde larga de un sábado. Una ducha y el aroma anisado de un paisaje reconocible preceden a una cena delicada y ligera. Una copa en un local con encanto y una música de jazz. Una conversación interesante. Una luz adecuada y buenas noches. Con suerte, incluso podré sumergirme en un sueño extraño que me haga descender a los más profundos rincones del inconsciente.
No es fácil que uno pueda aún encontrarse con uno de estos relajados días de mayo por los que merece la pena seguir. Yo todavía puedo imaginarlos. Un día estilizado y apacible.
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