28 de marzo. Día 15 de confinamiento. Cada día
celebro que me encuentro bien, más o menos. Celebro que no tengo fiebre, que
respiro bien y que todavía percibo, cada mañana, el olor del café y el sabor de
las magdalenas. Al menos, soy asintomático.
Los medios de comunicación y las redes sociales
están repletos de virus que se replican sin descanso. Se multiplican los
contagiados y los estúpidos. Hay enfermos y muertos en los pasillos de los
hospitales. Hay auténticos héroes que salen a trabajar cada día, algunos por sueldos
muy humildes. Y hay ignorantes que ladran en los platós y en las redes
sociales, que encuentran la solución a todo aunque no se han enterado nunca de
nada, hacen pronósticos sobre el apocalipsis y reparten lecciones sin saber
nada.
Creo que la biotecnología acabará superando
esta insólita tragedia pero lo único cierto es la incertidumbre de la situación.
Nadie sabe cómo y cuándo acabará esta pandemia. No soy de los que piensa que tras
el coronavirus vendrán tiempos de concordia y de desbordante generosidad entre
los seres humanos, no creo que nos abracemos y nos besemos en medio de la calle
mostrando una fraternidad universal. Más bien los cuchillos se afilarán y nos
esperan reproches y caos en medio de la nueva crisis, aunque las conductas
heroicas y las estúpidamente irresponsables deberían airearse y quedar
expuestas claramente bajo el nuevo sol que nos espera.
De momento, pienso en volver a escuchar la música
que ahora escucho, pero frente al mar; volver a saborear una buena paella junto
a mi familia hecha por mi madre; volver a cenar en una terraza estival con mi
mujer y mis hijos. En bañarme en una piscina tranquila mientras mis hijos
aparecen con el pelo mojado a escasos centímetros de mis ojos.
De mis auriculares suena música que me acaba de
transportar a viejos sueños y que me recuerdan el entusiasmo y la pasión con que
buscaba la belleza absoluta.
Voy a secarme las lágrimas y a despertar a mis
hijos. Tengo ganas de oler su aliento. De notarlo desde muy cerca, de ver sus
ojos que regresan de un plácido sueño.
Voy a olvidar que por ahora, navegamos en un
barco que lleva un rumbo incierto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario