Una de las ambiciones del hombre es el intento
de comprender el mundo que le rodea. Entenderlo para controlarlo, para mejorar
las opciones de supervivencia. La cooperación de muchos cerebros unidos durante
muchos años ha colocado a nuestra especie en un lugar singular dentro del
universo de lo viviente. Pero no sé si es aconsejable el exceso de curiosidad.
Un exceso de realidad puede ser contraproducente. Cuando el hombre mira hacia
lo muy lejano, no ve más que un espacio ilimitado y vacío, un silencio sordo
que no se inmuta, un reloj frío y constante. Cuando mira lo muy pequeño observa
el caos y la agitación, incluso no le está permitido medir con certidumbre.
Cuando mira a la escala de lo humano no ve más que estupidez, y el exceso de
claridad se convierte, la mayoría de las veces, en un peso difícil de soportar.
Sin duda, el ser humano ha logrado, empleando
la lógica del método científico, asombrosos avances tecnológicos y bellas
teorías que predicen el devenir del mundo; también ha conseguido una
extraordinaria complejidad en el uso del lenguaje desarrollando reflexiones muy
lúcidas. Pero se afana en una búsqueda continua de la razón, intentando huir de
su animalidad. Intelectuales, periodistas, políticos, borrachos, camareros, maridos,
mujeres, siempre discuten en nombre de la razón ante unos mismos hechos,
siempre queriendo tener razón. Pero la razón, ¿qué coño es la razón?
No hay nada que sea la razón
ResponderEliminarLo más razonable.
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