Día 20 de mayo. Día 68 del estado de alarma.
Los biólogos sitúan a los virus en la frontera
de la vida porque no son células, y además, solo realizan una de las tres funciones de los seres vivos. No se nutren ni
se relacionan, pero son capaces de reproducirse eficazmente cuando penetran en
una célula huésped. Así, como cualquier ser vivo, los virus se replican y
esparcen sus copias por este mundo; y también como cualquier ser vivo, siguen
la implacable lógica darwiniana de que cualquier cosa que se reproduce con
éxito en un determinado contexto, es capaz de permanecer en el tiempo. Si este
coronavirus no hubiera tenido este éxito reproductor, habría pasado
desapercibido como pasó con otros virus que fueron abortados por la comunidad
científica en tiempos recientes. Nada nuevo.
Creced y multiplicaos, he ahí uno de los
primeros mandatos del Génesis después
de que se haya hecho la luz. Y eso hacen todos los seres vivos. Vivir es
atrapar orden a partir del exterior, generar entropía – por cierto, uno de los
conceptos clave para entender el fenómeno de la vida- creando desorden en el
entorno. Los humanos, con nuestra complejidad biológica y social, creamos mucho
orden a costa de generar mucho deterioro ambiental. Pues bien, este virus
también ha sido capaz de vencer a toda la biotecnología del planeta y
replicarse con facilidad, a costa de los demás, dejando todo su entorno
completamente deteriorado. Junto a la crisis sanitaria, ha provocado un caos en
nuestra vida económica, social y política. Siguen los científicos, pero también
los políticos, y los economistas y los sociólogos, y los comunicadores, y los
tertulianos de cualquier pelaje, lanzando proclamas de los que nos viene cuando
en realidad solo sabemos que no sabemos prácticamente nada sobre cómo será el
futuro del covid-2, o covid19. Continuamos sin saber exactamente como este
virus ha podido generar tanto caos en todo el planeta en el siglo XXI.
Las comunidades ahora están en un proceso de
desescalada en distintas fases: fase 0, fase 1, pero también fase 0,5. También
he oído fase 1.5. Los horarios, por edades, por deportes, por número de
habitantes, por zonas sanitarias, uff. Aforos al 30%, al 40%, o al 50%. Vacunas
y antivirales por todos lados y a todas horas. Los imprescindibles test, que deberían
haber sido la clave desde el principio, continúan sin ser habituales en un
centro médico, ni siquiera en las personas con altas probabilidades de estar
contagiadas. Compras de mascarillas que no funcionan.
Estafas de chinos. Muchas normas para las mascarillas, pero mucha gente circula
sin ellas. El estado de alarma, o se debería llamar de excepción, es
constitucional, o no lo es. Rebajas no, o si pero sin aglomeraciones. Las
terrazas, si pero no. Las playas, he leído que en fase dos, cita previa,
drones, parcelas de edad, sin juegos y sin boca a boca. Mi añorada playa de
Canet aparecía hoy cuadriculada. Economía frente a sanidad. Manifestaciones,
escraches, caceroladas, ira política, bandos.
Veo mucha gente saliendo sin miedo, intenta
vivir con cierta despreocupación. Pero el virus ha dejado a
todo el planeta inmerso en la incertidumbre y el caos.
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