Luz triste de una tarde de domingo en verano, tocada con una brisa suave, benigna, fresca, de un color vacío.
El mar, rizado, siempre misterioso y propenso a la melancolía silenciosa y húmeda. Flota en el aire la memoria de las fiestas extinguidas a la espera del entusiasmo de un nuevo amanecer.
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