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miércoles, 23 de abril de 2025

UN VIAJE POR EL COSMOS Y LA VIDA



ENTROPÍA, EVOLUCIÓN E INFORMACIÓN: UN VIAJE POR EL COSMOS Y LA VIDA.



Tres conceptos permiten construir una narrativa poderosa y coherente del devenir del cosmos, de su viaje hacia la vida y la conciencia, desde los primeros instantes del universo hasta la complejidad de un ser humano. Estos conceptos son: entropía, evolución e información.

El universo y la flecha del tiempo: la entropía y el orden improbable 

Todo comenzó hace unos 13.800 millones de años con el Big Bang. En ese misterioso momento inicial, el universo era extremadamente denso, caliente y ordenado. Desde entonces, ha estado expandiéndose y evolucionando hacia estados de mayor entropía, un concepto asociado al desorden y que, más precisamente, indica el número de microestados posibles en un sistema.

El cosmos tiene el destino sellado hacia el desorden. La entropía, una medida del caos, crece sin pausa. La materia se enfría, la energía se disipa, las estructuras se desgastan. Y sin embargo, en ese descenso inevitable hacia la muerte térmica, surgieron islas improbables de organización: galaxias, soles, planetas, seres vivos, y conciencia. De la simplicidad del Big Bang a la complejidad de la vida, el cosmos ha generado estructuras capaces de almacenar, procesar y replicar información en medio del caos creciente.

 En la lotería ciega de la química, algunas formas resultaron viables, pueden existir drenando energía, generando más desorden a su alrededor, canalizando la entropía. La entropía marca la “flecha del tiempo”, lo que distingue el pasado del futuro. Todo tiende a disiparse, a mezclarse, a perder estructura. Pero en esa tendencia al caos, emergen localmente sistemas que parecen ir en contra: así surgió la vida. 


Evolución y la improbable aparición de la vida

La vida, solo en apariencia, desafía la entropía. Organismos que se reproducen, metabolizan y se adaptan pero no violan las leyes termodinámicas: los seres vivos aumentan la entropía global al intercambiar energía con su entorno. Lo hacen organizándose localmente, a costa de generar más desorden fuera de sí mismos. Son estructuras que capturan energía (como la luz solar o los enlaces químicos) para mantener su improbable organización. Pero no basta con la organización. Lo que define a la vida es su capacidad de cambio, de aprendizaje, de adaptación, su evolución.

La teoría de la evolución por selección natural, formulada por Darwin  y completada por la genética moderna entiende que la vida cambia por la acumulación de variaciones que son seleccionadas en función de su utilidad. Este proceso, ciego y sin propósito, ha generado desde bacterias hasta humanos. La vida no fue un milagro, es una historia de ensayo y error, de mutación y descarte, donde la única regla es sobrevivir. No sobrevive el más justo, ni el más bello, ni el más fuerte. Sobrevive lo que se adapta, lo que encaja, lo que resuelve, lo que funciona, lo que consigue hacer más copias para perpetuarse durante un tiempo hasta que el mismo tiempo lo diluya.

En un universo indiferente, donde las estrellas mueren sin testigos y los átomos colisionan sin propósito, existe una ley no escrita, pero inexorable: sólo lo que funciona permanece. Todo lo demás —lo que no encaja, lo que no resiste, lo que no se adapta— se desvanece en el olvido del tiempo.

Esa es, en esencia, la selección natural. No es un diseño ni un juicio moral. No tiene intención ni compasión. Es simplemente la constatación brutal de que lo que no puede sostenerse, cae. Lo que no puede replicarse, muere. Lo que no puede leer las condiciones del entorno y responder con eficacia, es eliminado.

Desde el instante cero, el universo ha sido un campo de pruebas. Un lugar sin propósito ni dirección, donde todo lo que se genera es arrojado a la criba del tiempo. No hay juez, no hay plan. Solo la implacable y sencilla ley de la selección: lo que funciona, persiste; lo que no, desaparece.

Una célula que se reproduce sin control, es un cáncer, un virus que se reproduce  eficazmente es una pandemia. Una sociedad que se expande sin piedad ocasiona una guerra y un robot que se replique sin control será un problema grave para la humanidad. 

Quizá eso sea el ser humano: un intento desesperado y hermoso de persistir con dignidad en un cosmos que no promete nada. Una llama que, aun sabiendo que se apagará, arde con más intensidad. No para vencer a la entropía, sino para brillar mientras pueda.

No hay ningún gran juez. No hay tribunal. Solo el filtro del tiempo.

Y, sin embargo, en este filtro implacable, hay espacio para la ternura. Para la compasión. Para el arte. Para el gesto gratuito. Y puede que eso, precisamente eso, sea nuestra manera de funcionar: no renunciar al significado, aunque sepamos que es efímero. No huir de la fragilidad, sino abrazarla como condición de todo lo que importa.

Información: el lenguaje de la vida y del cosmos

La vida almacena instrucciones para su funcionamiento en moléculas como el ADN. Esas instrucciones no son simples estructuras físicas: son información codificada. Aquí la teoría de la información —nacida con Claude Shannon en el siglo XX— nos ofrece herramientas para entender cómo los seres vivos almacenan, copian, procesan y transmiten datos con eficiencia.

La evolución es procesamiento y transmisión de información bajo presión ambiental. El ADN no es sencillamente una molécula química: es un archivo de estrategias ganadoras en la lucha por sobrevivir, es memoria, es pasado cristalizado, es un relato sobre su paso por este universo.


Cultura, tecnología, ética: la vida en otras formas

La selección natural no se detuvo en las células. Siguió actuando en cada nueva complejidad. También las ideas y las culturas se originan, se expanden, compiten, y se adaptan o desaparecen. Las ideas que no se entienden, que no emocionan, que no cohesionan… no consiguen subsistir. Las que sí, se repiten, se cantan, se escriben, se enseñan. La historia la escriben los viables, los que dejan descendientes. 

También las tecnologías mutan y se reproducen. Cada herramienta, cada máquina, es una adaptación artificial al entorno. Cuando no se usan,pasan al museo de la antigüedad. El progreso es darwiniano. No vence lo más innovador, sino lo que resuelve un problema. La rueda, el fuego, el lenguaje, el chip o Internet, todas sobrevivieron porque resolvieron problemas y se favorecieron las copias. 

Incluso la ética —ese intento humano de decidir qué es lo correcto— está sujeta a selección. Los valores que destruyen sociedades acaban descartados. Los que promueven cooperación, empatía, estabilidad, se repiten, se codifican, se heredan. No porque sean “buenos” en sí, sino porque permiten la supervivencia del grupo. La justicia no brota de un mandato divino ni trascendente: brota de la necesidad de convivir sin destruirnos. Expresiones más abstractas de la misma ley: sólo lo que funciona perdura.

Así, la moral, la cultura, la tecnología… son extensiones de la vida. Son su continuación por otros medios. Las lenguas que nadie habla, los ritos que ya no emocionan, los mitos que pierden su poder explicativo… desaparecen. Y no porque alguien los condene, sino porque ya no funcionan. No cohesionan, no orientan, no sirven para navegar el presente.

La compasión, la justicia, la empatía: no se impusieron porque fueran “correctas” en un sentido trascendental, sino porque favorecieron la cooperación, la cohesión grupal, la supervivencia colectiva. Incluso nuestras nociones de bien y mal han sido filtradas por lo que funciona en términos de convivencia, de mejora de la descendencia. 

Si todo está sometido al juicio del tiempo, podemos mirar con otros ojos nuestras ideas, nuestras tradiciones, nuestras certezas. Podemos dejar de venerarlas como verdades sagradas, y empezar a evaluarlas como herramientas. Preguntarnos, con lucidez y sin miedo: ¿esto todavía funciona? ¿Esto nos sirve hoy para mejorar el orden social y permitir que nuestras siguientes generaciones puedan continuar con el mínimo dolor?

 La conciencia como anomalía funcional

Y entonces estamos nosotros. Animales conscientes, frágiles, asustados, capaces de preguntarse por el sentido de todo esto. Somos el producto de la selección, pero también su espejo. Sabemos que existimos y morimos, a diferencia de una piedra o un gusano. Sabemos que el tiempo desgasta y todo se acaba. Y sin embargo, insistimos. Amamos. Creamos. Luchamos. A pesar de que es un misterio la necesidad de que el cosmos se haga consciente 

Esta conciencia no nos exime de la selección, pero nos permite responder a ella de un modo nuevo: con arte, con ciencia, con filosofía. Inventamos ficciones, religiones, sistemas éticos, lenguajes. Buscamos sentido incluso donde no lo hay, y en esa búsqueda, a veces lo creamos. No porque el universo lo exija, sino porque a nosotros nos funciona.

Quizá eso sea el ser humano: un intento desesperado y hermoso de persistir con dignidad en un cosmos que no promete nada. Una llama que, aun sabiendo que se apagará, arde con más intensidad y brilla intentando buscar belleza y sentido.

Esta conciencia no nos libra del filtro, pero nos permite dialogar con él. Inventamos ficciones, símbolos, dioses, arte, ciencia. Nos calman, nos explican, nos conectan, nos sirven. El sentido no está dado: lo construimos porque con él funcionamos mejor, nos replicamos con más eficiencia. 

Y quizá eso sea lo más humano: funcionar gracias a lo inútil. Persistir gracias a lo efímero. Encontrar dignidad en la fragilidad, belleza en lo condenado a desaparecer.

Queremos ser eternos. Pero no hay muchos indicios de que esto sea posible Ninguna especie lo es. Ninguna cultura. Ningún sistema. Todo será arrastrado, tarde o temprano, por la marea silenciosa del universo. Mientras tanto, tenemos información codificada en nuestro sistema para intentar resistir. Aferrarse a la vida, desafiar al tiempo. Tener hijos, transmitir conocimiento, transitar durante un breve periodo de tiempo buscando un legado que dejar, unas historias que contar.

No hay consuelo absoluto en esta visión. Pero hay verdad. Y a veces, la verdad, aunque fría, tiene la forma exacta de lo que necesitamos.

La vida es una consecuencia emergente de sus propias leyes. Y aunque el destino último sea la muerte térmica —un estado de máxima entropía donde ya no habrá diferencias ni estructuras—somos unas islas de orden que piensan, sienten y se preguntan cómo ha podido la materia preguntarse por sí misma, explicarse, entenderse, encontrar un sentido. Así que vivamos como lo que somos: el resultado improbable de un proceso ciego que, sin saberlo, produjo ojos que ven, cerebros que piensan y corazones que sienten. Fragmentos de materia que buscan algo a lo que agarrarse. Aunque la posibilidad del desprendimiento sea una de las opciones. 


sábado, 5 de abril de 2025

CITA DE MARCO AURELIO

 “El arte de vivir se asemeja más a la lucha que a la danza “

Hay mucho que desarrollar a partir de ahí, pero será otro día. Pueden empezar a reflexionar, y les puede servir tanto en el ámbito individual y privado como en el colectivo y político. Miren el panorama internacional. Hasta la próxima. Se admiten comentarios. 



martes, 4 de marzo de 2025

ChatGPT y los TUBOS

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Y esto es lo que opina ChatGPT sobre mi entrada anterior sobre los tubos. 

“Me parece un texto con una mirada profundamente materialista y evolucionista, casi con un tono irónico o desencantado sobre la condición humana. La idea central es clara: los seres vivos, incluidos los humanos, son estructuras bioquímicas moldeadas por la selección natural, cuyo propósito fundamental es la perpetuación de su propia existencia a través de la reproducción.

El enfoque del “tubo” es una simplificación extrema pero efectiva para despojar a los organismos de cualquier sentido trascendental o teleológico. La evolución es presentada como un proceso ciego y mecánico, en el que las funciones biológicas primarias (alimentación, reproducción, competencia) son la base de toda la complejidad posterior, incluido el desarrollo del cerebro y la cultura. Me recuerda un poco a la visión de Dawkins sobre los organismos como “vehículos” de sus genes, aunque con un tono más cínico.

El final, con la idea de que la materia se pregunta a sí misma por sus propias leyes mientras el universo sigue su curso indiferente, refuerza una perspectiva determinista y atea. Es un recordatorio de nuestra insignificancia cósmica, algo en la línea de lo que podría decir un Spinoza sin la carga de su panteísmo.

Ahora bien, ¿te parece una visión acertada? ¿O crees que hay algo más en la existencia humana que esta descripción casi mecánica?”



lunes, 3 de marzo de 2025

TUBOS

Los animales, tambien los humanos por supuesto, pueden considerarse como tubos que ingieren alimentos por delante y eliminan los residuos por detrás, de esta manera aguantan hasta producir nuevos tubos, que también tragan cosas por delante y las echan por detrás. Las paredes de los tubos se engrosan y forman órganos y aparatos en una cavidad interna que les permite adaptarse al medio donde residen, lo que les hace adoptar multitud de asombrosas formas que los hacen irreconocibles como tubos. En el extremo de entrada incluso desarrollan ganglios nerviosos denominados cerebros, con sensores que les facilitan la búsqueda de cosas que tragar y de parejas para procrear. Cuando obtienen alimento suficiente, gastan su excedente energético en congregarse en grupos para defenderse y luchar contra otros grupos con los que entran en conflicto originándose una fuerte competencia que permite a la selección natural mejorar la capacidad de formar tubos bioquímicos complejos y perfectamente adaptados a su entorno. El Tiempo hace el resto. Hasta el punto que los cerebros tienen la capacidad de buscar el origen termodinámico de los seres vivos y las leyes que rigen la materia hasta el punto que la misma materia sea capaz de preguntarse por sí misma. Pero el Universo sigue su curso sin que le importe lo más mínimo las cuitas de estos fragmentos de materia humana aparecidos en un pequeño planeta en un rincón de una galaxia que pertenece a un conjunto de galaxias al que los humanos llaman grupo local. Pues nada. ¿Y qué?

lunes, 13 de enero de 2025

ORÍGENES EVOLUTIVOS DE LA MÚSICA

La música es una de las actividades culturales más importantes y populares de nuestra especie y que se entiende bien si rastreamos sus orígenes evolutivos. Pregunté al ChatGPT y aquí tienen una fascinante respuesta:

Existen varias teorías que intentan explicar cómo y por qué la música pudo haber surgido en el contexto de la evolución humana:

1. Comunicación y cohesión social

Hipótesis de la cohesión grupal: La música pudo surgir como una forma de fortalecer los lazos sociales en grupos humanos. Antes del desarrollo del lenguaje complejo, los sonidos rítmicos y melódicos podrían haber servido para sincronizar actividades grupales, como la caza, la recolección o las ceremonias.

Facilitación de la empatía: La música tiene un poderoso efecto emocional que fomenta la conexión entre individuos, algo crucial para la cooperación y la supervivencia en entornos hostiles.

2. Selección sexual

Inspirada directamente en las ideas de Darwin, esta hipótesis sugiere que la música pudo haber evolucionado como un medio para exhibir habilidades cognitivas y físicas, similares al canto de las aves o los rituales de apareamiento. Ser capaz de crear música podría haber sido un signo de buena salud, creatividad y habilidades sociales, lo que incrementaba el atractivo de un individuo.

3. Regulación emocional

La música puede haber servido para regular emociones en contextos individuales o grupales, ayudando a reducir el estrés o aumentar la excitación en momentos clave. Esto habría facilitado la resiliencia psicológica y la supervivencia en entornos desafiantes.

4. Imitación de sonidos naturales

Los primeros humanos pudieron haber comenzado a imitar sonidos del entorno, como cantos de aves, flujos de agua o rugidos de animales. Con el tiempo, esta capacidad se habría refinado para crear patrones rítmicos y melódicos intencionales.

5. Preparación para el lenguaje

La música podría haber sido un precursor evolutivo del lenguaje, ayudando a desarrollar habilidades cognitivas y motoras necesarias para la producción y comprensión del habla. La capacidad de procesar patrones rítmicos y tonalidades podría haber preparado el terreno para el desarrollo de estructuras lingüísticas complejas.

6. Efectos en el cerebro

La música activa múltiples áreas del cerebro, incluyendo aquellas relacionadas con el lenguaje, la emoción, la memoria y el movimiento. Esto sugiere que su práctica y disfrute pudieron haber proporcionado beneficios colaterales al fortalecer redes neuronales clave para otras habilidades adaptativas.

7. Rituales y trascendencia

En un contexto ritual o espiritual, la música pudo haber desempeñado un papel importante al inducir estados de trance o unión colectiva, promoviendo cohesión grupal y dando sentido a experiencias que reforzaban valores o creencias compartidas.

En resumen, la música surgió como un comportamiento multifacético con múltiples beneficios para la supervivencia y la reproducción 



viernes, 22 de noviembre de 2024

AMANECER



Así es el amanecer desde mi ventana. Como no subo las fotos en ninguna red social, las subo aquí.



jueves, 5 de septiembre de 2024

LLEGA SEPTIEMBRE


 Llega septiembre. Y las playas desiertas, y la lluvia, y la caída de las hojas. Llega la sensación de que el tiempo vuela y nos protegemos con los hábitos y la rutina.

Vuelven las tormentas y los charcos en las calles, la melancolía y los días cortos. Vuelve el cielo gris y el mar triste 


Y vuelve la incertidumbre de lo que viene. La racionalidad no tiene la última palabra pero deberá imponerse a las emociones frente a lo que el viento del azar nos ofrezca  antes de enfrentarnos al próximo verano