Dentro de esa masa gelatinosa de kilo y medio que
tenemos dentro del cráneo existe una inconmensurable maraña de neuronas con
multitud de hormonas, neurotransmisores, e iones de todo tipo.
Sin embargo,
para que exista libre albedrío se requiere que exista en cualquier rincón un
centro de control donde un homúnculo de naturaleza no biológica ejerza de jefe de
mandos. Fantasma en la máquina, alma, “yo” inmaterial, sea cual sea su nombre
debería gobernar ese torbellino molecular que fluye por el cerebro y hacerse
responsable, en última instancia, de la conducta del individuo.
Pero no hay tal
homúnculo, y por tanto, tampoco libre albedrío.