No existe una relación más
contundente, incondicional y necesaria que el amor recíproco entre una madre y
su hijo; y no sé si el futuro será capaz de prescindir de su papel como ama de
casa en su sentido más absoluto.
Sin
importar su oficio o su status social, la madre es la que encuentra el jarabe
apropiado o el termómetro, la que sabe donde se encuentran los zapatos o el azúcar.
La que primero oye el sollozo en medio de la noche y acude a ofrecer consuelo y
a calmar el miedo con la ternura de un beso. La que derrocha generosidad y
esfuerzo cuando la necesitamos sin pedir explicaciones ni esperar recompensa
alguna. La que nos defendió a pesar de nuestros errores y sirvió de refugio
ante nuestras derrotas. La que tantas veces nos dobló las camisas en la maleta
en nuestros innumerables viajes y nos esperó con el abrazo más sincero y
abierto. Nuestros gustos al comer se forjaron con sus excelentes guisos, que
son una muestra más de su autentica sabiduría. A ella acudimos si nuestro
estado de ánimo decae, si le hace falta un arreglo al pantalón, si hay que quitar alguna mancha o si se ha
estropeado el frigorífico.
Será que
la naturaleza les ha dotado con pocos óvulos y poca capacidad para generar una
prole numerosa que les ha proporcionado una capacidad para cuidar con un amor
infinito a su descendencia. El estilo y la paciencia con que nos entendió y nos
ofreció su cariño son diferentes a lo que ofrece el género masculino. Y por
esto la admiración y la defensa que la mayoría de los hombres muestran hacia su
madre. Y por esto hay pocos conflictos más desgarradores que los que provocan
el distanciamiento sentimental con ella. Y por esto, a la mayoría de humanos
nos suele molestar tanto que alguien cuestione la dignidad y el respeto que
merece la madre que nos parió.
Que lindas palabras. Y que orgullosa que debe estar su madre. Me encanta su blog
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