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jueves, 24 de diciembre de 2020

UN AÑO DESCONCERTANTE


Un año inquietante está a punto para pasar a la historia. Un año en el que vivimos peligrosamente y que cambiará el modo de vivir de los siguientes.
Si hasta ahora, para morir, lo único suficiente era estar vivo, ahora para enfermar puede ser suficiente con salir a la calle. Si el roce traía el cariño, ahora también trae el contagio. En este año del estado de alarma vamos a resignarnos tranquilamente al cierre de espectáculos, de restaurantes, de viajes, de la noche; pero que nadie nos quite ya nuestro mundo virtual. A un niño puedes apartarlo de sus amigos pero no de sus videojuegos,y no intentes apartar a un adolescente de su teléfono móvil. Es verdad, tampoco a un adulto, ¿o es que alguien conoce a alguien que se resignara a hacer la cuarentena sin su smartphone y sin su internet?
Este año histórico ya está a punto para despedirse. El año de la pandemia, del coronavirus, del confinamiento y de la mascarilla, del teletrabajo y de las telecompras. Este año está a punto de acabar con una etiqueta más, el año sin Navidad.
En este año del desconcierto, unos días puedes cenar con diez comensales, y otros con seis, unos días te recomiendan las autoridades que no haya picoteo en la cena de Nochebuena, o que solo haya convivientes de dos núcleos familiares, otros días te explican el significado de ser "allegado" para que puedas cenar o no con él. También el delirio se instala en otros lugares, como en Italia, donde se explica tranquilamente que " quien al mediodía vaya a comer con sus abuelos no podrá ir a cenar con sus primos por la noche"
Bien, no pasa nada, pero no hay una navidad diferente, no hay navidad.
No hay navidad porque no hay cena de nochebuena con familiares, porque no hay reuniones en los bares con el ambiente prenavideño de siempre. No hay villancicos, ni comidas con los sobrinos, no hay ilusión en las compras de los días previos con las calles repletas de gente, ni tampoco conciertos navideños en la Iglesia donde puedas ir a ver cantar o tocar sus primeras notas a los más pequeños. Tampoco ha existido el último día de clase antes de Navidad, ese día que, anticipando las dos semanas de vacaciones, se respiraba un ambiente diferente en los centros, no lectivo sino festivo, donde los alumnos circulaban libremente siguiendo sus primeras lecciones hormonales, ese ambiente con una banda sonora reconocible, que este año no ha existido.
Pero, claro, habrá felicitaciones y besos virtuales por whatsapp, instagram, facebook y demás redes sociales. La vida digital se reforzará y continuará con su excelente estado de forma, dominando en todos los ámbitos de las relaciones personales. La vida presencial no será lo que era, y puede que, sencillamente, estuviera sobrevalorada. Por ahora continua presente un fuerte impulso a intercambiar ciertos flujos biólógicos,  pero siempre puede uno volver, de nuevo, al cortejo digital. Pero no es lo mismo. 
Esperemos que el próximo año sea el de una vacuna eficaz y no virtual. No les digo feliz Navidad, pero si les deseo un esperanzador año 2021.

1 comentario:

  1. He leído todas las entradas de tu blog y para mí es como si hubiera leído un libro fascinante. Ya te he dejado algunos comentarios en tus últimas entregas y sólo te pido que sigas escribiendo en este magnífico blog. Un saludo.

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