Las primeras copias del libro que he regalado a mis amigos aún no estaban actualizadas y no son la versión definitiva que se puede comprar en Amazon. He hecho diversas modificaciones y he añadido alguna imagen, además de añadir algún punto nuevo. Por ejemplo este, dentro del bloque de Moralidad:
“Imagine a un bebé observando tres figuras en una pantalla: un triángulo ayuda a un círculo que está subiendo, con esfuerzo, una colina; después un cuadrado lo empuja hacia abajo entorpeciendo el objetivo del círculo . Al ofrecerle elegir, el bebé sonríe y alarga la mano hacia el triángulo “amigo”. Esa simple escena forma parte de un experimento (Karen Wynn) que revela algo profundo: la moral no necesita palabras ni razonamientos. Nace de intuiciones emocionales rápidas, universales y biológicas, que después nuestra razón se encarga de justificar. En esa tensión entre intuición y razón reside el núcleo de cómo construimos sociedades morales. Los estudios recientes en neurociencia cognitiva muestran que la moral no aparece de manera tardía, como fruto exclusivo de la educación o de la religión, sino que hunde sus raíces en lo más temprano del desarrollo humano. Diversos experimentos con bebés de pocos meses revelan una sensibilidad espontánea hacia la cooperación, la ayuda y la justicia. En estos, se muestra que los niños pequeños reaccionan negativamente ante repartos injustos, incluso cuando no son ellos los perjudicados, o que aprueban el castigo dirigido a quien ha actuado de manera egoísta. Estos y otros hallazgos, recogidos, entre otros, por Mariano Sigman en La vida secreta de la mente, refuerzan la idea de que la moral surge como una intuición emocional previa al razonamiento y es una prueba más de que no somos una tabla rasa al nacer. No necesitamos largas deliberaciones para sentir simpatía por quien coopera ni rechazo por quien abusa: estas disposiciones aparecen en las primeras etapas del desarrollo y están profundamente enraizadas en nuestro cerebro social. La cultura y la educación, por supuesto, moldean esos impulsos, jerarquizando unos valores sobre otros y dotando de normas y símbolos a esa base moral. Pero la existencia de estas inclinaciones universales en los primeros meses de vida demuestra que la moralidad humana no es un mero artificio cultural: es una herencia evolutiva del simio que compartimos todos, el sustrato sobre el que cada sociedad edifica sus sistemas éticos y jurídicos.
Figura 6.3 ¿A cuál de estas dos figuras llamaría Bouba y a cuál Kiki? ¿a cuál de ellas tendería a atribuir un carácter más amable o benévolo?
La gran mayoría de niños y adultos de distintas culturas asignan de manera espontánea el nombre “Bouba” a la primera y “Kiki” a la segunda, y otorgan un carácter más amable a Bouba. Lo interesante no es solo la asociación entre forma y sonido, sino el trasfondo: nuestro cerebro tiende a conectar lo sensorial y lo afectivo sin necesidad de aprendizaje explícito. Igual que intuimos que el triángulo que ayuda es “bueno” y el cuadrado que entorpece es “malo”, también atribuimos significados inmediatos a las formas y a los sonidos. Son destellos de una mente que no razona cada decisión, sino que se guía por predisposiciones cinceladas por la evolución. Para terminar, conviene señalar que la neurociencia está empezando a trazar un mapa bastante claro de las regiones cerebrales implicadas en nuestros juicios morales. No existe un “centro de la moralidad”, sino una red distribuida de áreas que trabajan conjuntamente, integrando emoción, razonamiento y empatía. Algunas de las más relevantes son las siguientes:
Principales áreas cerebrales implicadas en la moralidad
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Región cerebral |
Función en los juicios morales |
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Corteza prefrontal ventromedial |
Integra emoción y razonamiento; clave para valorar la aceptabilidad de las acciones. Su lesión provoca juicios fríos e insensibles. |
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Amígdala |
Detecta amenazas y genera respuestas emocionales intensas, como ira o miedo, ante injusticias y transgresiones sociales. |
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Corteza cingulada anterior |
Señala el conflicto y la dificultad de la decisión moral; actúa como una 'alarma' interna en dilemas complejos. |
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Unión temporoparietal |
Permite ponernos en el lugar de los demás (teoría de la mente), entender intenciones y sentir empatía. |
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