Hace 25 años yo escuchaba esto:
Muchas de las canciones que
se incluyen en estos tres discos (se llamaban LP’s) se grabaron en mi cerebro
conectadas a mis pasiones en el verano de 1988. Estos tres discos formaron
parte del intenso paisaje emocional que
viví en una tranquila playa mediterránea y no hay nada que pueda rescatar con
tanta exactitud la complejidad de las experiencias sentimentales vividas hace
tanto tiempo. El tiempo, que todo lo erosiona, aun no ha conseguido diluir los
aromas y las sensaciones que inundaron mi mente aquel verano y aún fluyen en mi
cerebro con nostálgica ternura cada vez que
escucho estas canciones.
Grabadas en unas cintas de cassette para que pudieran ser
transportadas como parte del equipaje, estas canciones se pegaron en mi alma
con tanta contundencia que aquel cielo llovido de estrellas, aquellas
interminables tardes con la piel salada y
aquellos labios besados con furia vuelven a mi memoria con cada acorde.
¡Que
misteriosa fuerza tiene la música para acompañar las pasiones y para resistir
el paso de los años!
En un misterioso rincón de mi cerebro -he leído que es en la zona dorsal del córtex prefrontal medial- continua unido de forma enigmática un esplendoroso atardecer y una lejana canción de amor, pero solamente mi conciencia es capaz de recordarlo, saborearlo y entenderlo.
En un misterioso rincón de mi cerebro -he leído que es en la zona dorsal del córtex prefrontal medial- continua unido de forma enigmática un esplendoroso atardecer y una lejana canción de amor, pero solamente mi conciencia es capaz de recordarlo, saborearlo y entenderlo.
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