¿Es realmente deseable la sinceridad?
Prueben a decir todo lo que piensan sobre su compañero de trabajo, o sobre
cualquier pariente suyo, o de su mujer. Prueben a decir todo lo que sabe
de su amigo o su novia, o de su ex amigo o su ex novia. Decídase a salir a la
calle con un arrebato de sinceridad y diga lo que piensa de ese vecino que está
continuamente molestando o de ese señor que viene por el parque con el perro
suelto y ensuciando las más elementales normas de urbanidad. Imaginen que a los
hombres les diera por ser totalmente sinceros con sus mujeres, y les diera por
confesar sus mejores sueños. También, por supuesto, que las mujeres padecieran semejantes
ataques de sinceridad.
¿Son aconsejables los comportamientos
donde uno se deja llevar por sus sentimientos y sus pasiones? ¿Realmente creen
que los hombres deben dejarse guiar por
sus impulsos?
Las relaciones sociales están teñidas
de una abrumadora dosis de engaños por todos lados; y de autoengaño, para que
el engaño sea más eficaz. Si de relaciones laborales o políticas hablamos, para
que les voy a contar. La variedad de virguerías y piruetas que algunos deben hacer
para compaginar sus conductas con las bobadas políticas que vomitan en público
resulta tragicómica. "Una cosa es trabajar como Papa y otra es creer en Dios" espetó un filósofo durante una conferencia a la que acudí hace muchos años. Echen un vistazo a la actualidad política.
La alarmante cantidad de memeces que se sueltan en cualquier barra de bar o en cualquier reunión de trabajo resultan difíciles de soportar si pierdes el sentido del humor. Solo si tienes suerte encontrarás un interlocutor adecuado que no te hará perder el tiempo. Viajamos por el mundo con la máscara por delante intentando jugar un papel con el que poder sobrevivir de la mejor manera posible, y solo en nuestra intimidad intentamos racionalizar nuestros actos y, en ocasiones, logramos ser conscientes de nuestra farsa.
La alarmante cantidad de memeces que se sueltan en cualquier barra de bar o en cualquier reunión de trabajo resultan difíciles de soportar si pierdes el sentido del humor. Solo si tienes suerte encontrarás un interlocutor adecuado que no te hará perder el tiempo. Viajamos por el mundo con la máscara por delante intentando jugar un papel con el que poder sobrevivir de la mejor manera posible, y solo en nuestra intimidad intentamos racionalizar nuestros actos y, en ocasiones, logramos ser conscientes de nuestra farsa.
En los ensayos de autoayuda se repite
continuamente el consejo “se tu mismo” y se invita a sacar al exterior nuestra
“esencia” más pura, a seguir los consejos que nos dicta nuestro corazón. Pufs. El olor sería
insufrible. ¿De verdad es aconsejable que el hombre diga siempre la verdad?
¿Qué verdad?
Por mi parte, creo que debería ser
más sincero, pero ni tan siquiera me atrevo a decir algunas reflexiones en un
blog como éste, que no lee prácticamente nadie. Sería divertido, pero
arriesgado; auténticas bombas que sorprenderían a muchos de mis conocidos, en
el poco probable caso de que me leyeran.
Pero les prometo que todas las
entradas de este blog están escritas desde la soledad y por esto, desde la
sinceridad. Pienso lo que escribo, aunque muchas cosas que también pienso, no
las escribo. Y por supuesto, tampoco las digo. ¿Y usted?
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