El cerebro de los animales, como cualquier otro órgano, ha estado sometido al mecanismo de la selección natural y ha ido ganando complejidad porque favorecía la supervivencia de los organismos que disponían de él. El cerebro ayuda a gestionar mejor la vida porque extrae regularidades del entorno que permite aprovechar los recursos para mantener un estado óptimo del medio interno de los animales. Es,por tanto, un mecanismo eficaz de supervivencia para extraer el orden del mundo real por medio de ensayo y error, y con ello, optimizar las respuestas a una mayor diversidad de circunstancias medioambientales.
En el caso de los humanos, durante miles de generaciones, no solo fueron captando leyes naturales sino que además, con la aparición del lenguaje fueron capaces de transmitir esos conocimientos a los organismos de su especie, logrando así adaptaciones muy eficaces en la lucha por la vida. Estas leyes, con el tiempo se transformarían en leyes científicas.
Como muestra la poco conocida epistemología evolucionista la razón la extrae el cerebro del medio. El origen de la ciencia puede así considerarse como esos primeros experimentos intuitivos que conseguían predecir el comportamiento de los fenómenos naturales y así tener ventajas a la hora de sobrevivir y perpetuar los genes.
Pero junto a esta función del cerebro, el desarrollo del lenguaje condujo a otra capacidad. Los humanos podían utilizar la complejidad neuronal para convencer a los congéneres en beneficio del interés particular y establecerse como líderes de su grupo, obteniendo mayor poder en las relaciones sociales. De esta manera, la razón se utilizó, no para obtener la verdad sino para buscar argumentos que justifiquen sus acciones y poder atraer a los miembros del clan formando grupos sólidos; sin importar la racionalidad de las propuestas y utilizando la confusión como un elemento más. El lenguaje se convierte en un instrumento para confirmar nuestras creencias y nuestro interés. Esta teoría argumentativa de la razón ha sido propuesta recientemente por Sperber y Mercier, y podría estar en la base del arte y de las disciplinas humanísticas. Esta teoría viene excelentemente detallada en este enlace de Tercera Cultura.
La razón no sirve, en este sentido, para buscar la verdad sino para buscar partidarios que confirmen nuestras ideas y mejoren nuestra posición social. Tener una buena inteligencia social también es adaptativa y ayudó a los homínidos a transmitir sus genes en su aventura evolutiva.
Esta función argumentativa de la razón se puede observar en cualquier varón cortejando a una hembra sacando todo un arsenal de argumentos para intentar convencer a su compañera de que se encuentra ante el macho ideal para compartir sus favores sexuales. Pero se puede encontrar en muchas otras situaciones. Escuchen tertulias políticas; discusiones futbolísticas.
Todos intentan argumentar sus posiciones, confirmar sus creencias, aumentar su prestigio en el grupo, independientemente de la conquista de la verdad.
Extraer orden de la naturaleza. Argumentar y defender nuestras ideas. En estas funciones del cerebro estarían las raíces de las dos culturas. De su comprensión y su fusión emerge la Tercera.
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