Desde la televisión
y desde mi ordenador llegan noticias para el desánimo, pero no dejo que éstas perturben
el ambiente que tengo reservado para mis hijos. Ahí fuera pueden estar pasando
cosas terribles e inciertas, pero en casa tengo dos criaturas que destierran el
desasosiego y facilitan que nuestro sitio permanezca limpio y sano.
Sus risas me
ablandan el rostro. Sus gritos me arrastran hacia la alegría. Sus caricias me
provocan la sonrisa más pura. Sus besos despiertan toda la ternura que llevo
dentro. Sus juegos no me permiten estar triste ni cansado. Sus dibujos me
invitan a inventar cuentos con final feliz. Su presencia me impide ser infeliz.
Es mi compromiso
ofrecerles un espacio donde se sientan seguros y queridos, y que sobre esta base
construyan su autoestima y su fortaleza en el futuro. Puede que el mundo no
esté viviendo su mejor momento, o puede que solamente sea una guerra más. Puede
que no corran buenos tiempos para nuestra civilización o simplemente sea una
exageración de mi cerebro asustado. Pero el interior de mi casa no puede estar
contaminado y el infinito amor que les tengo me obliga a no fallarles. No
ahora.
Estimado Miquel: Le ruego que me disculpe por, sin más título de mi parte que el de considerarme admirador de la limpieza y motivación, espiritual e intelectual, que imprime en esos pensamientos de filosofía básica familiar propia de nuestra civilización tradicional, y pensamientos que difunde usted en este artículo que una afortunada casualidad me ha permitido recién conocer; (repito) le ruego que me disculpe por tomarme el atrevimiento de hacerme presente sin conocernos ambos.
ResponderEliminarTras lo dicho y como ya soy abuelo, añado que me siento siempre conmovido por los niños; por ello y por si lo considera adecuado para los de usted, voy a reproducir un poemita que hace ya más de cinco años compuse destinado a los niños de los 33 mineros chilenos inmovilizados peligrosamente durante 70 días, en la mina San José, próxima a Copiapó:
(Fue publicado 28-09-2010. En EL DIARIO DE ATACAMA)
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LAS NIÑAS Y LOS NIÑOS DE LOS MINEROS.
¡Ah! ¡Cuánto sueño tengo. Qué tarde es ya!
¡Mamá! Te doy un beso, porque me voy a acostar.
¡Sí!. No es necesario que me lo hagas recordar;
a papá ya le he mandado otro beso y por su pronto regreso estoy rezando ya.
Y, como tú dices, mamá, a Dios también un poquito más Le he de rezar,
por todos esas mamás y por todos esos papás que en sitios muy lejos han de trabajar
y que también tardan muchos días en, a sus casas y con sus niños, poder regresar.
¡Alegra esa cara, mamá, ya verás qué pronto aquí juntos, tú y papá, a los dos os voy a abrazar!
¡Eh! ¡No es un sueño. Que hace rato que me he despertado ya!
¡¡Mamá, corre; vamos a abrir la puerta, que oigo que llega papá!!
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Atento saludo.
José Antonio Chamorro Manzano
Hola José Antonio, Es un placer que pases por el blog y que dejes comentarios. Aunque en el blog trato temas diversos, hay varias reflexiones sobre el tema de los hijos, por si te apetece leerlos y comentar. Un saludo
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