(Como he hablado de la felicidad en mis
últimas entradas y estamos en estas fechas, he decidido colgar un breve texto
que escribí a principios de los 90 sobre aquellos días en que los veranos eran
interminables en estas playas del Mediterráneo)
Puede haber días más elegantes o más
finos que estos días del mes de julio, pero es difícil imaginárselos, si salen
buenos, más completos y extensos.
Un sol redondo detrás del mar en calma
anuncia a primeras horas de la mañana un espléndido saludo a un día de primera
clase. El aire está limpio y la naturaleza mantiene toda su armonía El sol aún no ha cuajado y una suave brisa te
puede acariciar la piel si tienes la suerte de pasear por una de estas
tranquilas playas mediterráneas.
Un agradable almuerzo y leer el periódico en cualquier sombra
pueden ser disfrutados sin ninguna velocidad, mientras se acerca el mediodía.
Ya en la playa, el sol escampa todo su poder por tu carne pero un baño diluirá
su energía mientras conversaciones sobre lo cotidiano te alejan de cualquier
tragedia.
Un buen plato de paella, o de arroz al
horno supone un auténtico deleite en cualquier terraza; hay buen apetito tras el
baño y los sentidos están todos abiertos de par en par. Como no es un artículo
gastronómico no hablaré, aunque lo merezca, del melón, que por estos días y en
estas zonas están en todo su esplendor y plenitud. La sobremesa puede ir acompañada de una
partida de cartas, yo prefiero el truc, pero puede sustituirse por una
relajante siesta.
A media tarde puede ser momento para otra visita a la
playa. Puedes escuchar buena música,
leer una apasionante novela o disfrutar de una agradable compañía. Puedes
perder la noción del tiempo con unos juegos en el agua; el momento ha sido creado para la dicha y todos
los poros de la sensibilidad estás preparados para recibirla. Arena, sol, mar y
TÚ. Es muy difícil que la tristeza se siente a tu lado.
El sol se vuelve rojizo y se marcha a
iluminar otras partes del mundo, para volver a salir mañana con idéntica
majestuosidad. Si eres un niño puedes jugar al fútbol hasta que los mosquitos
hagan acto de presencia o tu madre te obligue a dar una ducha para cenar. Si ya lo
fuiste, puedes pasear en bicicleta, o hacer ejercicios físicos más intensos
pero no menos placenteros. Mientras, una maravillosa luz perfumada te permitirá
recuperar viejos aromas que creías olvidados.
Una enorme ducha te relaja, te refresca y
tu cuerpo sabe que todo funciona bien, y que el día aún está lejos de terminar.
Estás preparado para una deliciosa cena, compartida con gente querida.
Después un helado y un breve paseo que te
conducirá a olores salados a yodo marino que te recuerdan viejos barcos y
puertos donde iniciaste lejanos viajes soñados.
La temperatura aquí parece la inventada
por la evolución para que el hombre celebre la naturaleza. Una sensación de
bienestar se apodera de tu interior mientras las cigarras cantan y algún búho
grita desde su vuelo. Largas tertulias con las estrellas adornando el cielo te
llevarán por divertidas y ocurrentes conversaciones hasta altas horas de la
madrugada, esto depende de tus obligaciones al día siguiente; en cualquier caso merece la pena pasar un
poco de sueño y apreciar lo que vale la pena estar vivo, y la enorme pena que
es morir.
Si comprendes que estos días están
tasados y que no duran siempre; si no
andas distraído en otras prisas y caprichos, entonces entenderás que estos
días, perfectos y baratos, son un regalo de la confitería divina y que DIOS no
necesita más argumentos para expresarse. Solo cabe que el AZAR te obsequie con
algún extra que sea una explosión de vida y de fiesta para todos tus sentidos,
y que ya no olvidarás.
Y...espera a que mañana una nueva luz
llegue hasta tu cama.
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