Un ser vivo está hecho de tiempo. Crece y se organiza a lo
largo del tiempo en constante interacción con su entorno del que extrae orden,
es decir, información.
La vida se instaló en este planeta cuando unas moléculas consiguieron
replicarse y permanecer a lo largo del tiempo. Hacer muchas copias, no todas
idénticas, y seleccionar las que mejor
funcionan, ésta es la lógica del mecanismo darwiniano que explica como la vida
prosperó a lo largo de su aventura evolutiva. Así consiguieron los genes llenar
el espacio y permanecer en el tiempo. En
un cierto momento, algunos seres vivos desarrollaron cerebros que permitían adaptarse
mejor porque tenían memoria de lo que sucedía en un ambiente que cambia rápidamente.
La información guardada en el ADN se complementa con la de la neuroquímica
cerebral. Pero el cerebro, además de recordar, analiza, compara y realiza abstracciones
capaces de inventar soluciones para los problemas a los que se enfrenta, y es
muy útil compartir información. Así conseguimos desde hace unos diez mil años
acumular información fuera de nuestros cuerpos, en forma de libros. Un cerebro
pudo aprender de algo que escribió otro que murió muchos años atrás. Las
canciones de amor pueden estar codificadas en forma de genes, de neuronas, o de
palabras.
En la actualidad, en la llamada sociedad de la información, ésta
se consigue y se comparte de forma instantánea a través de Internet. Los
humanos cuelgan en la red cualquier ocurrencia de manera obsesiva para que
tenga entidad más allá de su propio cuerpo. Incluso los científicos lanzan mensajes interestelares con la
esperanza de aliviar nuestra soledad cósmica. Siempre con la finalidad de luchar contra el
tiempo.
La persistencia de la
información a lo largo del tiempo es la obsesión del proceso vital.
Pero, en realidad, es el tiempo el mayor de los enigmas.
Captar la esencia de lo que significa un millón de años o un solo segundo no
está, aún, al alcance del ser humano. Es
el tiempo el que construye la singularidad de un cerebro. Es el tiempo el que
todo lo deshace.
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