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miércoles, 27 de julio de 2011

Psicologia evolucionista

Darwin tuvo mucho cuidado de no hablar del hombre en su obra sobre el origen de las especies. Intuía la conmoción que produciría la inclusión del ser humano en el proceso evolutivo. El codescubridor del mecanismo de la selección natural, Alfred Russell-Wallace, se negó a aceptar la idea de que nuestras facultades cognitivas superiores pudieran explicarse por la evolución. Posteriormente, Darwin, convencido de que la diferencia entre los humanos y las demás especies no era de sustancia sino de grado, se atrevió, en “La expresión de las emociones en los animales y en el hombre” y en “El Origen del Hombre”, a proponer explicaciones evolucionistas de nuestras conductas.


Tras el desarrollo del neodarwinismo a lo largo del siglo XX, nadie se atrevía a negar, al menos en ámbitos ilustrados, que nuestro diseño corporal fuera un producto de la selección natural, pero la mente humana  se resistía a ser analizada en términos evolutivos.

El surgimiento de la etología y la sociobiología, a mediados del siglo XX, provocaron encendidos debates  y los ataques se sucedieron contra todo aquel que sugiriese que nuestra mente obedecía los dictados de la naturaleza. Cualquier acercamiento evolutivo al estudio de la psique humana era tachada de reduccionismo y de determinismo genético. La resistencia desde diversas ciencias sociales o biológicas a aceptar las explicaciones evolutivas de la naturaleza humana abrieron acaloradas discusiones teñidas de política donde solo debió haber debate filosófico o científico. Las implicaciones de estos estudios  son muchas y profundas, aunque sea complicado admitirlas porque apuntan directamente a nuestro orgullo.
Fue a finales del siglo pasado (1992), con la publicación de un libro ,The Adapted Mind, de John Tooby, Leda Cosmides y Jerome Barkow, que empezó a postularse la Psicología Evolucionista (PE) como una perspectiva necesaria para el estudio de la mente humana.
Entender al ser humano es entender sus orígenes y la verdadera revolución darwiniana consiste en comprender que no solo sus atributos físicos sino también los mentales y comportamentales se originaron como respuesta a presiones selectivas de supervivencia.
Es en el siglo XXI cuando este nuevo enfoque está tomando fuerza a la hora de explicar no solo nuestros deseos y nuestras pasiones, sino también nuestras relaciones sociales y políticas.
Su punto de partida es sencillo: Nuestros circuitos neurales han sido diseñados por selección natural para resolver los problemas a los que se enfrentaron nuestros ancestros durante su historia evolutiva.
También en este siglo,  las neurociencias han pasado de ser el estudio anatómico y funcional de las neuronas y del cerebro a estudiar la conducta y la condición humana.  Su desarrollo, junto al de la psicología evolucionista  ha penetrado en el mundo de las ciencias sociales y les ha arrebatado su visión ambientalista según la cual el hombre es una tabla rasa en el momento del nacimiento siendo la sociedad la que va configurando su mente.
La resistencia a la PE sigue siendo intensa en círculos intelectuales y políticos, pero su  fusión con las neurociencias en el presente siglo nos arrojará una inesperada  luz sobre el estudio del hombre y su psique. Puede que algunas de las ilusiones más ancladas en nuestro espiritu estén a punto de desmoronarse.

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