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miércoles, 19 de agosto de 2015

FINALIDAD

Cuando uno entra en la adolescencia, en la cima de la ingenuidad,  descubre que por encima de los estudios, deportes y otros juegos, sus amigos comparten la misma obsesión por conseguir la chica más pura y más guapa. Pronto se da cuenta de que estos hervores no son exclusivos de sus amigos. Las conversaciones giran de forma insistente sobre el mismo tema, con independencia del lugar o de la clase social. Los conflictos juveniles en cualquier lugar del planeta proceden del mismo instinto de supervivencia y de afán de notoriedad social que faciliten el acceso a la pareja. Después comprende que en el centro de los sueños de ellas también se encuentra la búsqueda de alguien que las rescate, las proteja de sus miedos,  y las inicie en el viaje más importante de su vida.
Con el  paso de las décadas  su peripecia vital ha consistido básicamente en encontrar una compañera que comparta su anhelo de felicidad. Uno pudo ser más conformista o más arriesgado. Más idealista o más realista. Más fiel o más promiscuo. Observas la extraordinaria variedad de estrategias que  ocultan  el implacable mandato de nuestros genes. El derroche de esfuerzos invertidos es casi infinito. Prácticamente todas las cosas que un hombre hizo en su vida, las hizo pensando en las mujeres o en su familia.
Las diferentes circunstancias de cada uno y la variedad de cerebros permiten excepciones de diversa índole, pero la mayoría de humanos comparten, de manera asombrosa, unos patrones de conducta que poco se diferencian de los del resto de animales.
Si se tienen hijos, reconoces que ellos constituyen el auténtico sentido de tu vida, el amor más puro, el eje donde confluían todos tus pasos, la misión secreta que se escondía en lo más profundo de tu esencia.

Llega un momento en que no haces más que mirar hacia atrás y te conviene simplificar las cosas. En el fondo todo ha consistido en sobrevivir y en reproducirse. La selección natural y la selección sexual son los conceptos que nos permiten entender lo que nos ocurrió. 
Así puedes enfrentarte a la intuición de tu final como individuo y a la comprensión de la finalidad que tenía tu carne.

martes, 11 de agosto de 2015

ESCRIBIR

Me cuesta escribir. No es mi oficio. Hace un tiempo, Arcadi Espada citaba a Josep Maria de Sagarra -“Yo no escribo mis versos, yo los meo “- para referirse a ciertos escritores que segregan sus frases como la araña su tela. Me gustó la metáfora. Yo las sudo.