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miércoles, 19 de abril de 2017

CARNE

La humanidad es un montón de carne. Carne que mata y que muere. Carne estúpida. Carne herida. Ensangrentada. Que sufre, que lucha, que llora. Sangre, sudor y lágrimas.
La historia de la humanidad, como la historia de la vida, es una historia de violencia cruel por acaparar recursos, por sobrevivir y reproducirse, por aguantar en el tiempo en un mundo inútil y despiadado. Poder y sexo. 
Somos fragmentos de materia gobernados por una masa blanda de quilo y medio rellena de genes, hormonas y neurotransmisores que nos hacen eficaces en la misión de sobrevivir. Y esto es así porque en un momento de la evolución unos curiosos primates bípedos adquirieron las extravagantes propiedades de la emoción y el lenguaje. Con ellas se hicieron inteligentes y sociables, y consiguieron comunicarse y cooperar con otros fragmentos de materia hasta que, en la actualidad, han extendido unas redes que impregnan todo el planeta y lo cubren de un abrumador manto de amor y de horror.
Cuando apareció la conciencia, origen de todos los  misterios, este enigmático animal se sintió miembro de una especie singular que comprende y domina el mundo, pero también se acompañó de sensaciones de angustia, desasosiego y dolor. El autoengaño y las más variadas ilusiones y religiones intentan, sin éxito, mitigar el sufrimiento y resolver el misterio, pero este animal está programado para levantarse cada mañana y cumplir sus obligaciones a las órdenes de su maquinaria genética. En ocasiones este impulso genético le permite tener la ilusión de creerse feliz, se percibe fuerte y respira profundamente exhibiendo su poder. Pero la mayoría de las veces tiene que esforzarse para seguir. Por eso se empeña cada día en resistir. Y así sigue ciego su camino hacia el sinsentido y el vacío. Su historia es una extraña lucha por conquistar territorios, por controlar  un lugar en este bello planeta que gira indiferente hasta que el silencio oscuro lo devuelva a la nada.
Puede que el futuro esté reservado para un nuevo tipo de materia y que otro tipo de seres inteligentes, más metálicos, fríos, y con mayor capacidad para manejar datos, conquiste otros planetas o galaxias. Puede que encuentren algún sentido a la inmensidad del cosmos, puede que atrapen el Tiempo, o que actúen guiados por otros inalcanzables y desconocidos sueños.

Pero, de momento, el ser humano no es más que carne y sangre que se pudre en el suelo para formar parte del ciclo de la materia instalado en la Tierra.