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sábado, 21 de noviembre de 2015

EN CASA

Desde la televisión y desde mi ordenador llegan noticias para el desánimo, pero no dejo que éstas perturben el ambiente que tengo reservado para mis hijos. Ahí fuera pueden estar pasando cosas terribles e inciertas, pero en casa tengo dos criaturas que destierran el desasosiego y facilitan que nuestro sitio permanezca limpio y sano.
Sus risas me ablandan el rostro. Sus gritos me arrastran hacia la alegría. Sus caricias me provocan la sonrisa más pura. Sus besos despiertan toda la ternura que llevo dentro. Sus juegos no me permiten estar triste ni cansado. Sus dibujos me invitan a inventar cuentos con final feliz. Su presencia me impide ser infeliz.
Es mi compromiso ofrecerles un espacio donde se sientan seguros y queridos, y que sobre esta base construyan su autoestima y su fortaleza en el futuro. Puede que el mundo no esté viviendo su mejor momento, o puede que solamente sea una guerra más. Puede que no corran buenos tiempos para nuestra civilización o simplemente sea una exageración de mi cerebro asustado. Pero el interior de mi casa no puede estar contaminado y el infinito amor que les tengo me obliga a no fallarles. No ahora.