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martes, 11 de diciembre de 2012

BARBARA STANWYCK


Barbara Stanwyck se llamaba realmente Ruby Catherine Stevens y nació en Brooklyn (Nueva York) en 1907. Su madre falleció cuando ella tení­a sólo 4 años y su padre la abandonó poco después. Trabajó de telefonista y de corista en espectáculos de vodevil  donde conoció a su primer marido, el actor Fran Fay. El joven matrimonio se trasladó a Los Ángeles en 1928, con la decisión de alcanzar la gloria en Hollywood. Tanta era la obsesión de Fay por convertir a su mujer en una celebridad, que se dice que el guión de Ha nacido una estrella (1937) está basado en la historia de su matrimonio.

Sobre un cuerpo delicado muy bien proporcionado, poseía un rostro enérgico, y firme. Con ojos de pajarito, podía revolotear ligera en medio de un puñado de hombres en una comedia, o bien convertirse en un ave rapaz capaz de devorar al primer hombre que encuentra por el camino en un drama negro.

Poseedora de un carisma magnético, un misterioso atractivo que la hizo ser una de las más grandes durante los años 30. Su primer gran éxito lo obtuvo junto a Frank Capra en Mujeres ligeras (1930), y Amor prohibido (1932). En los años siguientes, trabaja junto a los mejores directores en títulos como Enfermeras de noche (1931) William Wellman, el western biográfico de George Stevens Annie Oakley (1935) y en el soberbio drama romántico Stella Dallas (1937) de King Vidor por cuyo papel obtuvo su primera nominación al Oscar.

En los cuarenta su carrera continuó en ascenso y en un solo año, en 1941, acompaña a Henry Fonda  en Las tres noches de Eva, la estupenda comedia romántica de Preston Sturges; y enamora a Gary Cooper en la fábula de Capra Juan Nadie ; y en la comedia de Hawks Bola de fuego, donde obtiene una segunda nominación a los oscars.
En 1944, Billy Wilder y Raymond Chandler se unen para escribir “Double Indemnity” un guión basado en un relato de J. M. Cain  (muy conocido por haber escrito El cartero siempre llama dos veces). El film, dirigido por el propio Wilder y titulado en España Perdición, supuso una de las cumbres cinematográficas del cine negro. El protagonista principal es un tipo corriente, vendedor de seguros, Fred McMurray que sucumbe ante los encantos de una implacable y provocadora mujer. Barbara Stanwyck le pondrá la mirada y el rostro al perfecto prototipo de mujer fatal que arrastra a la perdición al pelele que se le ponga por delante. Volvió a ser nominada al Oscar, y aunque no lo consiguió, se convirtió en la mujer mejor pagada del paí­s.

La actriz hizo posteriormente trabajos fabulosos en el género negro El extraño amor de Martha Ivers (1946), Voces de muerte (1948), por la que fue nominada al Oscar por cuarta vez, Encuentro en la noche (1952) y en el western -Hombres violentos (1955), el melodrama -la primorosa Siempre hay un mañana (1956), de Douglas Sirk o el drama -La gata negra (1962). Poco a poco su carrera fue virando hacia la televisión.  En 1982, la Academia le otorgó un merecido Oscar honorí­fico “por su creatividad superlativa y su contribución única al arte de la interpretación en el cine

Murió en Santa Mónica el 20 de enero de 1990

miércoles, 14 de noviembre de 2012

FILOSOFÍA Y LIBERTAD

La filosofía es un juego del lenguaje, y pocos conceptos dan tanto juego como el concepto de libertad; de manera que un único vocablo es utilizado para referirse a una gran variedad de fenómenos distintos, que han llenado infinidad de páginas y debates a lo largo de la historia.  Intentaré no olvidar el consejo de Voltaire de procurar definir con exactitud los términos antes de comenzar a discutir cualquier asunto. Así, dejando al margen su utilización en un contexto político, social o económico (si es que no es todo lo mismo) y centrándonos en el ámbito psicológico, se suele definir la libertad como la capacidad de un hombre de llevar a cabo una acción de acuerdo a su voluntad. Pero esto supone trasladar la confusión al concepto de voluntad.

Por esto, acotemos más su significado y definamos el término “libertad”, considerado como sinónimo de libre albedrío. Se trata de la capacidad de originar movimientos o pensamientos sin antecedentes causales ajenos a uno mismo. A partir de la nada, de manera espontánea, como causa primera, el humano podría  desarrollar opciones que no se encontraban en las leyes del Universo, poseería una fuente interna, desligada de la Naturaleza, que produciría  fenómenos que no podían predecirse con anterioridad a la elección. Dicho de otra forma, se entiende por  libre albedrío  la propiedad de una supuesta alma o entidad inmaterial, esto es, un yo independiente y consciente, que actúa como única causa de nuestros actos. Es en este sentido donde yo considero que el ser humano no tiene libre albedrío sino que se trata de una ilusión cerebral.
Dejemos  aparte juegos del lenguaje y no confundamos lo anterior con la posibilidad que tienen los cerebros de anticipar las consecuencias que tendrán nuestras posibles acciones, valorarlas, y efectuar la respuesta que parece más ventajosa, lo cual depende de la interacción de la carga genética con la trayectoria vital. Esto ocurre con una extraordinaria complejidad en el cerebro humano y le proporciona muchos más grados de libertad a la hora de efectuar sus respuestas que a cualquier otro animal. Así pues, la experiencia de decidir es un proceso real con la función de seleccionar diferentes opciones de acuerdo con las previsibles consecuencias que tienen para el organismo, y por tanto nos debemos comportar “como si” tuviéramos libre albedrío. Pero el hecho es que el cerebro decide, y posteriormente tiene la sensación subjetiva de voluntad.
El hecho de que tengamos una vivencia tan clara de nuestra libertad, y vivamos con la sensación de ser agentes causales de nuestra conducta se debe a que la evolución nos hizo dualistas. Tan pronto como nuestro cerebro fue capaz de imaginar que detrás del rostro del vecino existe una mente que es parecida a la de uno (teoría de la mente), desarrollamos la idea de que existe un mundo natural ahí fuera que funciona de un modo que en ocasiones podemos predecir, y un mundo interno que podemos esconder, y que nos proporciona la sensación de agencia, es decir  la experiencia de que somos los agentes causantes de nuestros movimientos. La teoría de la mente podía tener ventajas evolutivas ya que ayudaba a averiguar comportamientos de nuestros semejantes, y, por tanto predecir sus conductas. El hombre fue un animal social desde sus inicios y saber sacar partido de las intenciones de tus compañeros de clan y de tus enemigos dio pie a la aparición de la capacidad de mentir y al autoengaño. Pero esto es otra cuestión que merece un debate diferente.

Por cierto, el vocablo libertad procede del latín “liber” que, según algunos autores, tenía en un principio el significado de persona que adquiere la madurez sexual, y que, por tanto puede incorporarse a la comunidad asumiendo ya la responsabilidad de sus decisiones.

Se suele objetar que no existen experimentos científicos que nos aclaren la situación pero a mí me parecen interesantes los experimentos de Álvaro Pascual Leone, donde mediante estimulación magnética en un hemisferio cerebral se consigue que los sujetos muevan una mano, aunque ellos continúan teniendo la “ilusión” de que “libremente” han decidido efectuar el movimiento. En otros, el mismo autor consigue en otros experimentos manipular juicios morales sobre las intenciones de ciertas conductas.  Sin embargo, no parece que la física contemporánea nos diga algo sobre una conciencia autónoma que gobierne “libremente” nuestro cuerpo, entre otras cosas porque violaría el primer principio de la termodinámica.

De cualquier manera, lo que las neurociencias sí que han demostrado es que la mente y el cerebro son la misma cosa y que responden a causas físicas. Descartado el dualismo, y desde un punto de vista materialista, el concepto del libre albedrío como un proceso real me parece que confunde las cosas. Todo son dudas: ¿en qué momento de la evolución de los homínidos apareció esta “facultad”? ¿Cuando aparece en el desarrollo del individuo? ¿Es una característica que no tienen algunos, en algunas circunstancias, o en algunas enfermedades? ¿Se puede anular mediante condicionamiento clásico, o mediante sustancias químicas? Estas dudas se me aclaran desde un punto de vista determinista donde el cerebro está determinado por las leyes de la naturaleza como el resto de la materia del Universo. Por esto  no tiene cabida este tipo de libertad.

En conclusión, las neurociencias y la psicología evolucionista han superado un dualismo que permitía reservar ciertos temas a la filosofía. La libertad, la espiritualidad, la conciencia, están siendo abordados por la ciencia y cambiaran la imagen que el hombre tiene de sí mismo. La filosofía del presente siglo no tendrá más remedio que escuchar y tener en cuenta estas disciplinas a la hora de construir sus argumentos.

EL CEREBRO

Tal como pudieron haber sucedido las cosas en este planeta, los cerebros evolucionaron porque permiten un mejor aprovechamiento de los recursos naturales desigualmente distribuidos. El cerebro crea representaciones del entorno que permiten al organismo recoger información del mismo y establecer predicciones, lo cual supone ventajas para su supervivencia. En muchas especies, la presión evolutiva incrementa la complejidad del cerebro  para mejorar estas predicciones en el tiempo y en el espacio, confiriendo ventaja sobre otros. En esta evolución se produjeron dos momentos decisivos: uno fue el paso de un sistema nervioso reticular y difuso como el de las medusas, a un sistema centralizado como la de los gusanos; el otro sería la excrecencia de un neocórtex cada vez más abundante y complejo en ciertos mamíferos     y, especialmente, en los  humanos.
En los primeros homínidos, ganada la batalla de la supervivencia, jugó un papel fundamental la selección sexual, donde el cerebro debía ingeniárselas para competir con sus congéneres por encontrar la mejor pareja y asegurar el cuidado de la descendencia. El sexo y la crianza como principales preocupaciones de nuestros antepasados. Desbordante crecimiento de la complejidad neuronal que hace al hombre un eficaz superviviente en cualquier ambiente.  Nace así la autoconciencia, para optimizar la gestión de la vida, para intentar entenderla.

domingo, 11 de noviembre de 2012

TEORÍA EVOLUTIVA DEL CONOCIMIENTO (II)

La teoría evolutiva del conocimiento parte de la siguiente premisa principal: si el cerebro es producto de la evolución, el hombre dispone de capacidades cognitivas capaces de extraer conocimiento de su entorno.
Así, las capacidades cognitivas han sido seleccionadas porque aumentan la eficacia biológica, es decir, porque favorecen la supervivencia y el éxito reproductivo de los individuos con estructuras subjetivas del conocimiento que coinciden con las del mundo externo, ya que éstas se han formado a lo largo de la evolución gracias a su adaptación a ese mundo real. Y coinciden con las estructuras reales (en parte) porque sólo una coincidencia tal les ha permitido sobrevivir.
Nuestra  supervivencia habría sido difícil si nuestras capacidades cognitivas no fueran fiables en cuanto al conocimiento que proporcionan sobre el entorno; un mono con una falsa percepción de las ramas sobre las que salta o un tigre con poca capacidad para medir las distancias lo tendrían muy mal para sobrevivir. Esto podría extenderse a las inducciones sobre nuestro entorno, Las creencias verdaderas sobre el entorno tendrían por lo general un mayor valor adaptativo que las falsas, al anticipar mejor las consecuencias y por tanto poder modificar las respuestas con más eficacia.  El  conocimiento científico es el resultado de la sofisticación y el desarrollo del sentido común. El método de aprendizaje por ensayo y error –de aprender de nuestros errores seleccionando lo que funciona- parece ser el mismo, desde los primeros agricultores que tenían que optimizar sus cosechas hasta los sofisticados científicos de la actualidad que tienen que demostrar su pragmatismo.

Al aceptar la epistemología evolucionista, estamos aceptando la existencia de la realidad objetiva. Estamos aceptando un realismo ontológico; existe un mundo que, al menos en algunas de sus características, es independiente de cualquier acto de conocimiento. Asimismo  el hecho evolutivo de la adaptación de nuestras capacidades cognitivas exige reconocer un medio externo al que adaptarse el organismo. El mundo no puede ser un producto de nuestras capacidades cognitivas puesto que éstas han surgido como resultado de una adaptación al mundo. Además, para que haya sido posible la evolución, ese mundo real e independiente ha de poseer un orden previo, ha de seguir unas regularidades o leyes que el ser vivo capta. Los organismos organizan y reconstruyen el entorno a partir del mundo exterior ordenado que tienen “fuera”. 

También los animales poseen representaciones mentales adecuadas de su entorno dentro de límites impuestos por sus sistemas sensoriales y neurológicos. Así, por ejemplo, un pollo puede reconocer objetos que están parcialmente ocultos, o `picar comida en forma de bola antes que en forma de disco aplanado. Tienen por tanto, una capacidad innata para reconocer forma, tamaño y tridimensionalidad. Lo mismo puede decirse del reconocimiento acústico innato de la llamada de la madre en aves recién nacidas. Otro ejemplo aun más simple, una garrapata se lanzará a chupar un liquido que esté a 36 grados y que tenga una concentración de acido butírico parecida a la de nuestra sangre,  teniendo con ello una definición más o menos exacta de lo que es un mamífero.

En tal sentido, puede decirse que la epistemología evolucionista profundiza el giro copernicano iniciado por Darwin llevándolo a la epistemología, pues desplaza al hombre del centro del universo en lo que se refiere a su capacidad para obtener conocimiento del entorno. Aunque los humanos dispongan de recursos cognitivos mucho más desarrollados y complejos que otras especies, no hacen del hombre un caso aparte. El hombre deja de ocupar un lugar central en el Universo desde donde extrae sus leyes. El cielo no gira en torno a nuestro planeta. La química de la vida no es diferente de la del resto de la materia. La especie humana no es diferente sustancialmente de las demás. La razón no es exclusiva del hombre, sino una función del cerebro que extrae orden del entorno cuando interactúa con él.

Konrad Lorenz, el exponente más destacado de la etología y uno de sus fundadores, a la pregunta de por qué coinciden las categorías del conocimiento con las categorías reales, responde: “por las mismas razones que la forma de la pezuña del caballo se adapta al suelo de la estepa y la aleta del pez al agua. Entre las formas del pensamiento y de la intuición y las reales existe la misma relación que entre el órgano y el medio externo, entre el ojo y el sol, entre la pezuña del caballo y el suelo de la estepa, entre la aleta del pez y el agua, esa relación que existe entre la imagen y el reflejo del objeto, entre pensamientos modélicos simplificados y los hechos reales, una relación de analogía en un sentido más o menos amplio” (Lorenz, 1943).

Por tanto, para Lorenz, “la vida es un proceso de adquisición de conocimientos" y nuestra capacidad de conocimiento es un aparato innato que refleja el mundo externo que ha sido desarrollado en la filogenia humana y que representa una aproximación real a la realidad extra subjetiva.

Esta adaptación del aparato del conocimiento al mundo circundante nunca es ideal. Las especies no se adaptan de forma ideal al mundo. Como consecuencia de ello, el aparato humano del conocimiento no es perfecto ya que las adaptaciones al entorno nunca son ideales, y dependen de las condiciones bajo las que se ha desarrollado. En condiciones extraordinarias puede fallar como ocurre en las ilusiones ópticas.
Por tanto, podemos concluir que las estructuras a priori de la razón son estructuras a posteriori desde el punto de vista evolutivo.

 Una cita de Kumbies al respecto:
“La coincidencia entre naturaleza e intelecto no se produce porque la naturaleza sea razonable, sino porque la razón es natural”.

viernes, 2 de noviembre de 2012

CINE DEL SIGLO XXI

 El paciente seguidor de este blog habrá comprobado que ninguna de las películas mencionadas hasta ahora es de este siglo. En parte es por desconocimiento, sobre todo en los últimos años, pero en parte porque soy de los que creo que el cine no es lo que era. Por supuesto, agradezco sugerencias en los comentarios.
Sin embargo, y sin querer hacer una lista exhaustiva, me gustaría resaltar algunos títulos: Nueve reinas (2000) de Fabián Bielinski, simpática película argentina sobre los engaños elaborados y las traiciones, con un guión muy meritorio;o la tambien argentina, El secreto de sus ojos (2009) fascinante película de Juan Jose Campanella  muy premiada; El pianista, (2002) durísimo drama de Polanski  sobre la supervivencia en tiempos del holocausto; Brobeback Mountain (2005) de Ang Lee, triunfadora en los Óscar, conmovedora película que toma elementos del western para contar una historia sobre la relación homosexual de dos vaqueros. La vida de los otros (2006) debut en la dirección de Florián Henckel von Donnersmarck, importante film alemán que nos muestra la crueldad de la Alemania del Este durante la Guerra Fría. Otra película europea: La clase (2008) excelente docudrama sobre la vida en un instituto de las afueras de París que perfectamente seria exportable a nuestro país. Muy alejado de las series españolas que nada tienen que ver con la realidad.  
Pero el mejor cine del siglo XXI, desde el punto de vista de quien les escribe, procede de dos viejos sabios supervivientes del cine del pasado siglo: Clint Eastwood y Woody Allen.

El primero, autor de la maravillosa  “Los puentes de Madison” ya comentada en este blog, filmó en este siglo algunos films que me gustaría comentar: la genial Mystic river (2004) cruel y perturbador film interpretado de manera impecable por Sean Penn, Tim Robbins y Kevin Bacon; el drama sobre el boxeo Million dollar baby (2005) de nuevo un estremecedor  film que me cuesta volver a ver porque la dureza de su historia se asemeja a un golpe bajo en el estómago, con una impagable Hillary Swank en un papel difícil de olvidar. Por último, Gran Torino (2009) con Eastwood volviendo ante las cámaras para  protagonizar a un jubilado entrañable y cascarrabias que está de vuelta de todo, que condensa en sus arrugas muchos de los personajes que ha interpretado en su larga carrera y que  aún le queda alguna misión que cumplir. Les voy a recomendar, además, el tema principal de la banda sonora, interpretado por Jamie Cullum, una balada tan hermosa y profunda como el cine de Eastwood.

De Woody Allen, autor prolífico que, en este siglo prácticamente cuenta las películas por años, me gusta prácticamente toda su filmografía, pero en 2005 realizó su película número 35 como director, y posiblemente, su obra más completa: Match Point .
El film contiene algunos de los elementos típicos de su filmografía que giran alrededor de las pasiones humanas y sus conflictos: la infidelidad, los celos, la culpa, la muerte, alguna pincelada policíaca, y… la suerte como la reencarnación de un dios pagano que rige nuestros destinos.  Pero, en esta película incorpora algunas novedades importantes: sitúa la acción en Londres en lugar de su emblemática Nueva York, sustituye el jazz habitual por fragmentos de ópera, lo que elimina en gran parte el toque de comedia de muchos de sus films, y lo acerca a un elegante y calculado drama.
Un joven y ambicioso profesor de tenis, Chris, (Jonathan Rhys Meyers) da clases al millonario Tom y consigue casarse con su hermana adentrándose en el ambiente de riqueza y lujo que siempre ha ansiado poseer. Pero, también conoce a la novia de Tom, una hermosa Scarlett Johanson en plenitud sexual- arrebatadora en su escena con la blusa empapada de lluvia-, y  entre ellos aparecerá la seducción, la pasión, pero también los celos desesperados y la fatalidad.
Las pasiones humanas como motor que enciende y mueve el destino de los humanos y que luego es sometido al control de la suerte. El azar que selecciona a los que tienen suerte… La suerte como principal virtud de algunos seres humanos. Y eso es lo que desea uno de los protagonistas del film a un bebé que acaba de nacer, y es lo que le deseo a usted, paciente lector, porque, vivir es sobrevivir, y eso es, en ocasiones, una cuestión de … suerte.

domingo, 28 de octubre de 2012

EVOLUCIÓN HUMANA


Fue el bipedismo el que originó una serie de cambios físicos y mentales que nos separaron de los primates y que ocasionaron la cascada de acontecimientos que permitieron la aparición de nuestra especie.

Desarrollamos un pie que permitía sostenernos erguidos, dejando el pulgar de ser oponible, y nuestras piernas se enderezaron.

La pelvis y la cadera cambiaron su forma  y tamaño, y la espina dorsal adopto forma curvada.
El ritmo respiratorio se independizó del  paso, permitiendo la regulación de la respiración y del habla.
La lengua y la faringe se hundieron más abajo y los cambios en la laringe permitieron una gran variedad de sonidos
Quedaron las manos libres para llevar comida y palos, el pulgar oponible, más largo y con mucha movilidad, permitiendo el movimiento de pinza con todos los demás dedos. También se desarrolló una gran sensibilidad en las yemas de los dedos que facilitaron una coordinación motora extraordinaria.
Con las manos plenamente funcionales para el manejo y el transporte de utensilios, se favoreció el aumento progresivo del cerebro y especialmente de la corteza frontal.
Como el canal del parto era más estrecho a causa del bipedismo  el parto se hizo más difícil y los bebes humanos nacieron muy poco desarrollados e indefensos, lo que obligaba a ocuparse de ellos durante mucho tiempo -el cerebro de un bebé es menos de la cuarta parte del cerebro adulto-, favoreciendo la formación de parejas estables.

Los primeros homínidos no disponían de capacidades físicas especialmente adaptativas para el medio en que se desarrollaron, sino que eran, en muchos sentidos, inferiores a muchos animales. No eran especialmente rápidos  ni poseían alas para huir, tampoco eran corpulentos para la defensa o la depredación. No tenían una pigmentación que lo camuflara en su hábitat. Tampoco un caparazón como las tortugas, ni una capa de grasa que lo proteja en los ambientes más fríos; su olfato o su oído no eran especialmente agudos.  
Sin embargo, frente a estas desventajas los homínidos desarrollaron un extenso y complejo sistema nervioso con el cerebro como centro integrador de la relación entre el organismo y el entorno. Gracias a este cerebro el ser humano puede dar respuestas diferentes a una gran variedad de condiciones exteriores. La previsión de acontecimientos futuros, el uso de herramientas, el lenguaje  o el pensamiento religioso irían incorporándose a las capacidades de las distintas especies del género Homo.
  El descubrimiento del fuego y la progresiva habilidad para la caza convirtieron a nuestros antepasados en organismos que dominaban el medio en el que vivían y consiguieron adaptarse con facilidad a él. No solo utilizarán a las demás especies para comer y sobrevivir, sino que se servirán de sus pieles para taparse, colmillos para adornarse o huesos y pieles para producir sonidos que les aportaran ventajas en el cortejo y el apareamiento. El lenguaje como un poderoso instrumento de intercambio de información que facilita el trabajo en grupo marcaría un desarrollo cultural que, definitivamente, le haría creerse dueño de una conciencia que le hacía dominador de la naturaleza y de un  alma que lo conectaba con los dioses. 

La comunidad científica continúa debatiendo sobre el relato pormenorizado de las diferentes especies de homínidos y, aunque algunos detalles continúan cambiando con los años, los protagonistas principales de nuestra historia reciente serian los siguientes:

 Ardipithecus ramidus, vivió hace 4.4 m.a. y parece ser uno de los primeros en bajar del los árboles y aventurarse en el bipedismo. Su conocido fósil, Ardi, representa el momento en el que nuestra rama evolutiva se separó de la de los simios y el inicio de los importantes cambios que vendrían a continuación.



 Australopithecus La muy conocida Lucy (casi 4 m.a.) pertenece a este género, y los científicos le atribuyen con bastante seguridad las características singulares asociadas al bipedismo.
El tamaño del cerebro es similar al de los grandes simios actuales. Vivían en las zonas tropicales de África, alimentándose de hojas y frutos. Existe consenso en que una de las especies de australopitecos dio origen al género Homo en África

hace más de  2 millones de años. Aunque el debate sigue abierto a los detalles.
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Homo habilis (1,9 -1,6 millones) Con un cuerpo parecido a los autralopitecos – brazos largos en relación a las piernas- sin embargo, ya han experimentado una expansión del cerebro (entre 500 y 750 cc.) y se le atribuye la capacidad técnica para  elaboración de las primeras industrias líticas. Son los primeros  que no están ligados a un medio forestal y habrían habitado paisajes con espacios más abiertos. La posición bípeda en las hembras provoca una reducción de la pelvis que tiene como consecuencia un adelanto de los partos (lo cual implica neonatos prematuros, un mayor tiempo dedicado a la crianza y así la necesidad de mantener vínculos sociales fuertes que potencialmente coadyuvan al desarrollo de una cultura.

Homo ergaster (1,75-1 millón de años). Capacidad craneal de alrededor de 800 cc.
 Se estima que es básicamente la versión africana de Homo erectus, del que es antecesor. Algunos especialistas consideran que pueden haber sido una única especie. Es posible que los Homo ergaster pueden haber sido los primeros en establecer relaciones sociales complejas precisamente facilitadas por un protolenguaje oral articulado que se veía acompañado por un gran cerebro capacitado ya para elaborar rudimentarias abstracciones. Puede que incluso pudieran establecer una primitiva teoría de la mente por la cual podría intuir los estados afectivos o "anímicos" de sus congéneres a través de las miradas. Este tipo de capacidades facilitarían la fabricación de armas, la transmisión de habilidades, reconocimiento de huellas, etc., que en definitiva les convertiría en expertos cazadores.
Homo erectus (1,8 millones de años y 300.000 años)  habitaron en Asia oriental. En África se han hallado restos de fósiles afines que con frecuencia se incluyen en otra especie, Homo ergaster.
Era muy robusto y tenía una talla elevada, hasta 1,80 m de medida. El volumen craneal era muy variable, pero fue aumentando paulatinamente desde los 800 hasta los 1200 c.c. Usaba el fuego para cocinar, pues en sus cuevas han encontrado cenizas y carbón vegetal asociados a huesos de animales y a semillas quemadas


Homo antecessor.  Vivió hace 750 a 850 mil años y es una especie fósil perteneciente al género Homo, considerada la especie homínida más antigua de Europa. En la actualidad, aún hay debate sobre su relación con otras especies, pero sus descubridores en la sierra de Atapuerca al frente del español Juan Luis Arsuaga defienden que son antepasados de  H. heidelbergensis y de H. neanderthalensis;


Hombre de Neandertal (Homo neanderthalensis) habitó Europa y partes de Asia occidental desde hace 230.000 hasta hace 28.000 años, se cree que convivió en los mismos territorios europeos con los primeros homo sapiens y puede que se cruzaran con ellos. Tenían un cerebro con mucha capacidad para dominar  los símbolos, enterrar a sus muertos y preguntarse por los misterios que esconde la naturaleza y el cielo. Vivían en cavernas, utilizaban ropa para combatir el frío y cazaban animales; pero desaparecieron por causas desconocidas.

Homo sapiens. Con una capacidad craneal de 1000-1500cc., los fósiles más antiguos de Homo sapiens  proceden del sur de Etiopia. 
Las aportaciones de la genética molecular permiten concluir que toda la humanidad actual tiene una antecesora común que habría vivido en el noreste de África (en territorios que corresponden a los actuales estados de Etiopía y Kenia) hace casi 200.000 años.

Esta fascinante historia está perfectamente contada en el documental "La odisea de la especie"  y en su continuación " Homo sapiens", cuya visión recomiendo a todo aquel que quiera comprender la naturaleza humana.



domingo, 21 de octubre de 2012

BURT LANCASTER


Este  americano hijo de un trabajador de correos, nació en Nueva York en 1913 y se crió dando brincos por las calles de Harlem. Trabajó en el circo y durante la segunda guerra mundial en espectáculos para las tropas estadounidenses. En 1946, le descubre un cazatalentos de Hollywood y le propone para su debut cinematográfico en un excelente film negro, Forajidos de Robert Siodmak junto a Ava Gardner. El resultado no pudo ser más prometedor, y tres años después vuelve a rodar con el mismo director otro gran film: El beso de la muerte.

Dotado de una poderosa musculatura  animal y una sonrisa amplia y enérgica aprovechó su experiencia como acróbata circense para el cine de aventuras y junto a su amigo y compañero en el circo Nick Cravat hizo clásicos de este género como El halcón y la flecha de J. Tourneur y El temible burlón  de nuevo con Siodmack, Trapecio de Carol Reed precisamente sobre el mundo de los trapecistas que Burt conocía bien.

También probó con éxito el melodrama De aquí a la eternidad de Fred Zinemann donde protagonizaría en la playa junto a Deborah Kerr una de las escenas eróticas más famosas de la época; el western con títulos como Veracruz y Apache, las dos dirigidas por Robert Aldrich, y Los que no perdonan de John Huston; el drama religioso El fuego y la palabra, de Richard Brooks, con el que consiguió un Oscar de la Academia y un Globo de Oro; o el drama carcelario con El hombre de Alcatraz de John Frankenheimer. Con este director hizo otras películas interesantes, como Siete días de mayo y El tren.

Siendo una de las estrellas más cotizadas de Hollywood, comienza también a intervenir en films de comprometidos directores europeos. Destacan sus trabajos en El gatopardo del director Luchino Visconti, adaptación del clásico de la literatura italiana y Novecento de Bertolucci, donde se narra la historia de los primeros años del siglo XX en Italia. Ya en su etapa más madura realizó una excelente interpretación en Atlantic City de Louis Malle, junto a una joven y atractiva Susan Sarandon.

Dotado de un fí­sico atlético y de una elevada estatura fue durante muchos años un galán rudo y duro, pero con una sonrisa simpática e inocente que le hacían ser víctima del destino. En sus últimos años interpretó personajes distinguidos y complejos que le valieron el reconocimiento de la crítica mundial más exigente. Fue el ejemplo claro de estrella autodidacta que se hace a si misma a fuerza de tenacidad para convertirse en un  prestigioso actor versátil y una de las figuras más importantes del cine del pasado siglo.

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Llegó a debutar como director con El hombre de Kentucky (1955)  El hombre de la medianoche (1974) y contar con su propia productora que lo independizaba de los magnates de la industria de Hollywood, y dio oportunidades a directores noveles como Sidney Pollack o John Frankenheimer, entre otros.
  De pensamiento liberal, se opuso al macartismo y  participó activamente defendiendo a minorías y apoyó financieramente la creación de grupos liberales. También se declaró contra la guerra de Vietnam y a favor de los homosexuales, incorporándose  a la lucha contra el Sida en 1985, cuando su amigo Rock Hudson adquirió la enfermedad

Aquejado de problemas de salud se aisló en su Nueva York natal junto a su tercera esposa, la productora televisiva Susan Martin. Un ataque al corazón acabó con su vida en 1994

miércoles, 10 de octubre de 2012

LAUREN BACALL


Hija de inmigrantes judíos establecidos en Nueva York, nació en 1924. Ingresó a la Academia Americana de Artes Dramáticas a los 15 años costeándose sus estudios trabajando como modelo y acomodadora en un cine. A los 17 años apareció en la portada de una prestigiosa revista de modas que fascinó a la esposa del director Howard Hawks y la recomendó para que la incluyera, con 19 años, junto al consagrado Humphrey Bogart, de 45 años, en el film Tener o no tener. El film, una de las cumbres del cine negro, la catapultó al estrellato.

El mítico actor no se separaría de esta flaca de mirada penetrante y voz sensual desde el mismo momento en que coincidieron. Al año siguiente se casaron e iniciaron uno de los romances más míticos del cine. Juntos tuvieron dos hijos y protagonizaron algunos de los mejores films negros de la década de los 40, como El sueño eterno de nuevo con Howard Hawks, La senda tenebrosa de Delmer Daves y Cayo Largo de John Huston

En la década de los 50, lejos de encasillarse en el cine negro, protagoniza el drama de temática musical  El trompetista de Michael Curtiz, junto al vehemente Kirk Douglas, las comedias Como casarse con un millonario de Jean Negulesco junto a Marilyn Monroe y Mi desconfiada esposa de Vincente Minnelli con Gregory Peck  o el  melodrama Escrito en el viento de Douglas Sirk con Rock Hudson en la plenitud de su carrera.
Su relación inquebrantable con Bogart acabó con el fallecimiento del actor, que destrozó el corazón de la joven Lauren y la mantuvo alejada de las pantallas durante varios años, aunque interpretó algunas obras en Broadway.
En 1961 se casó con el actor Jason Robards, con quien tuvo un hijo. La unión acabaría 8 años después.

Su regreso al cine se produciría junto a Henry Fonda en 1964 en la divertida "La pícara soltera" de Richard Quine. Dos años después apareció con el atractivo Paul Newman en Harper, investigador privado de Jack Smight.
Fue espaciando los trabajos, entre los que destaca su aparición en los setenta  en Asesinato en el Orient Express, adaptación de la novela de Agatha Christie hecha por Sidney Lumet; y ya en 1990 en la inquietante Misery de Rob Reiner.
Lauren Bacall es una superviviente del cine clásico que aún mantiene en su cerebro la intensidad interior que a una le otorga  la experiencia de haber vivido una historia imperecedera junto al mítico Bogart y haber protagonizado unos cuantos films negros que forman parte de la memoria más luminosa del cine.

domingo, 30 de septiembre de 2012

Cita de Arcadi Espada


"Todo el programa moral de la Humanidad está basado en que el hombre puede elegir sus actos. Y que cuando no puede es un enfermo. Pero la ciencia está impugnándolo: el tipo de biografía que dibuja el futuro es la de un hombre cuyos actos no pudieron ser distintos de lo que fueron. Pero eso no supone, desde luego, la eliminación del castigo: únicamente lo desplaza desde la esfera moral a la práctica"
                                             
                                                                             
                                                                    Arcadi Espada

sábado, 8 de septiembre de 2012

CARY GRANT

Su verdadero nombre era Archibald Alexander Leach, y nació en Bristol ( Inglaterra) en 1904 en el seno de una familia muy humilde. Tuvo una infancia infeliz y tras un episodio un tanto confuso en el vestuario de las chicas fue expulsado del colegio a los 14 años.
Además, el ingreso de su madre en un psiquiátrico acaba desestabilizando al joven Archibald hasta que se  incorpora a una compañía de teatro que le lleva a Estados Unidos. Allí es donde comienza a utilizar el nombre de Cary Grant, y se nacionaliza estadounidense.
A principios de la década de los treinta realiza papeles secundarios en el cine hasta que la volcánica Mae West impulsa su carrera (cuando lo vio paseando por los estudios dijó “ Si sabe hablar, me lo quedo”). Mae lo convierte en la perfecta diana de su afilada lengua en  Lady Lou y No soy ningún ángel dejando para la posteridad algunas de las frases más pícaras  que ha dejado el cine. Posteriormente rueda con George Cukor La gran aventura de Silvia junto a Kate Hepburn, que consigue convencer al mundo de Hollywood, y La pícara puritana, gran comedia de Leo McCarey . La lista de películas que hizo a continuación constituye una de las mejores filmografías de la historia del cine. Como muestra, éstos son algunos de sus títulos:

La fiera de mi niña (1939) de Howard Hawks, Vivir para gozar (1939) de Cukor, Gunga Din (1939) de George Stevens, "Sólo los ángeles tienen alas" (1939) , y Luna nueva (1940) las dos de nuevo con Hawks, Historias de Filadelfia (1940) de Cukor, Serenata nostálgica (1941) de George Stevens . En 1941 se produjo su primera colaboración con Alfred Hitchcock, Sospecha (1941) con una espléndida  Joan Fontaine. Posteriormente, Arsénico por compasión" (1944), obra maestra del humor negro dirigida por Frank Capra, Encadenados (1946), imprescindible film de Hitchcock cargado de romanticismo y de suspense en el que compartía cartel con Ingrid Bergman y Claude Rains. Atrapa a un ladrón (1955) de Hitchcock,con Grace Kelly de co-protagonista. Orgullo y Pasión (1957) de S. Kramer, con una espléndida Sophia Loren de la cual se enamoró perdidamente, Tú y yo (1957) de Leo McCarey, la famosa Con la muerte en los talones" (1959), nueva  obra maestra dirigida por Alfred Hitchcock.
La lista sigue con la magnífica Charada (1963) de Donnen en la que pudo, por fin, coincidir con la deliciosa Audrey Hepburn como pareja. Junto a ellos, un excelente plantel de secundarios y un guión plagado de frases memorables contribuyeron a hacer de este film una autentica joya cinematográfica.
Operación Whisky (1964)de Ralph Nelson .
Tras "Apartamento para tres" (1966), film dirigido por Charles Walters, Cary tomó la decisión de abandonar definitivamente el cine. Tres años después la Academia le galardonaría con un Oscar honorífico por su extraordinaria carrera.

No tienen más que mirar los títulos en los que este largirucho actor ha aparecido como actor principal para darse cuenta de que estamos ante uno de los actores más populares de su época. En ellos lució su atractivo físico, su elegancia, su encanto, su agudeza e incluso su espalda sin haber aprendido nada de ello en escuela alguna.

Muerte

"Pero morir e ir no sabemos adónde;
yacer en frías cavidades y quedar ahí para pudrirse"

William ShakespeareMedida por medida.



La muerte es una estrategia evolutiva que apareció justamente al inventarse el sexo. No se trata de renovarse o morir sino de morir para renovarse. La materia viva encontró en el sexo y la muerte un impulso evolutivo de extraordinario éxito y diseñó diversas estrategias para su objetivo. Muchos animales utilizan una estrategia reproductiva que consiste en dejar una gran cantidad de descendientes sin preocuparse mucho de la longevidad de cada uno. Es típica de organismos pequeños donde la cantidad prevalece sobre la calidad. Una mosca vive unos pocos días, crea una gran cantidad de descendientes y luego se puede morir tranquilamente.
En cambio, otros animales, y principalmente los humanos, lo hacemos de forma contraria. Dejamos muy pocos descendientes, pero en cambio, procuramos gran cantidad de recursos para mejorar las probabilidades de supervivencia de cada uno. Cada organismo utiliza mucha energía para su mantenimiento pero en cambio produce menos descendientes. La lucha contra el tiempo, en los humanos, se vuelve consciente y obsesiva. Se pretende dejar descendencia, o huella, pero se intenta prolongar al máximo la vida, alejar el momento de la despedida. La búsqueda de la inmortalidad puede que sea tan antigua como el mismo ser humano. Incluso es más que probable que también los neandertales tuvieran esta preocupación por escapar de la muerte, por esto ya enterraban a sus muertos y los intentaban proteger con diversos objetos que pudieran tener algún efecto en el misterioso viaje.

El miedo a la muerte, la conciencia de saberse limitado en el tiempo, es una característica exclusiva de nuestra especie. Supone el principal foco de angustia en los seres humanos, llenando de infelicidad  al que la siente cercana. Pocas cosas merecen más la pena que seguir vivos, y ante el vértigo de la muerte, el hombre ha ideado todo tipo de artimañas que lo protejan y le den consuelo. Vidas eternas, reencarnaciones, cremas, cirugías, glorias artísticas... Pero no todos quedan convencidos y de ahí la sentencia de Woody Allen: “Yo no quiero ser inmortal a través de mis obras; quiero ser inmortal a través de no morirme”. En nuestros cromosomas llevamos grabados una orden inquebrantable: mantener nuestro organismo en un nivel óptimo para mantenerse en el tiempo. Mientras tanto, una de las principales ocupaciones y preocupaciones será la búsqueda incansable de parejas con las que compartir tiempo y genes. Es aquí donde invertimos la mayor parte de nuestros esfuerzos y nuestras ambiciones. Está aquí la fuente de nuestras frustraciones y nuestros entusiasmos.

La selección sexual darwiniana, es decir, la pertinaz lucha por encontrar la mejor pareja para intercambiar fragmentos de ADN, supone la principal preocupación vital y ahí se encuentran muchas de las claves de nuestras pasiones y nuestros conflictos. Y posiblemente una vana ilusión de no sucumbir del todo a la implacable muerte.

miércoles, 1 de agosto de 2012

SOFÍA LOREN


Nació en Roma en 1934, pero vivió una desdichada infancia cerca de Nápoles. Su padre, que no quiso reconocerla, la dejo indefensa ante los tiempos de guerra y miseria que vivía Italia. La actriz reconoce que tuvo que combatir el hambre comiendo huesos de albaricoque y bebiendo agua de lluvia. Y junto a su madre fue denunciada por su propio padre de ejercer la prostitución.

Cuando esta romana alcanzó la adolescencia, las hormonas le fabricaron unas piernas de escándalo y un cuerpo volcánico; su madre la llevó a concursos de belleza donde el productor Carlo Ponti la vio y se quedó enganchado a ella. Carlo, 20 años mayor que ella, hizo de marido, de padre, y de representante y transformó a una joven Miss Elegancia en una diva del séptimo arte.

El cuerpo de Sofía llevaba incrustado un carácter fuerte forjado en las bombas y el hambre de posguerra que rodearon su infancia. Esto le facilitó el despegue de su carrera cuando en 1960 interpretó a una madre italiana violada junto a su hija en la guerra en el film de Vittorio de Sica “Dos mujeres”. “Tengo dentro un mundo personal que a veces es sobrecogedor”, comentó la actriz, y esa es la causa de su fortaleza interpretativa, a base de impulsos.
Por este trabajo ganó un Óscar de manera sorprendente porque daban como clara favorita a la memorable Nathalie Wood de Esplendor en la hierba, en un año donde también competía Audrey Hepburn por Desayuno con diamantes. La italiana no quiso ir a la ceremonia y la noticia se la dio por teléfono su amigo Cary Grant que estuvo enamorado de Sofía pero rechazado por la fidelidad hacia su marido de la que siempre presumió la bella italiana.

 En la década de los sesenta aporta su hermoso rostro a superproducciones de Anthonny Mann como El Cid (1961), y  La caída del imperio romano" (1964), a la comedia de espías Arabesco (1966) de Stanley Donen o a las ordenes de Chaplin en La Condesa de Hong-Kong (1967).

Pero lo más importante de su carrera lo realiza en su tierra ligado al nombre de Marcello Mastroniani, con quien hizo 12 films, entre los que destacan:  Divorcio a la italiana, Los girasoles ambos de Vittorio de Sica,  Una jornada particular de Ettore Scola.
Sofia Loren encabeza una serie de actrices italianas que reúne las virtudes de la racial Ana Magani, y las guapas Gina Lollobrigida , Silvana Mangano, Raquel Wellch o Claudia Cardinale entre muchas otras.

A diferencia de las más frágiles y delicadas bellezas del cine de Hollywood, Sofía Loren mostraba un carácter de hierro unido a una carnalidad exuberante que tenía el aroma de lo salvajemente puro. Mito sexual. Protectora madre italiana. Elegante señora madura. Estrella de cine que paseó su intensa belleza por las pantallas de medio mundo. Posiblemente la mujer más sexy del mundo….

RECUERDO

Cierro los ojos y estoy solo con mis sueños. Después del silencio, el rumor de las olas, y el pulso de mi sangre. Imágenes del pasado aparecen flotando en un oscuro rincón de mi memoria, al final de mi cerebro. Me late el corazón y aun soy capaz de recordar. Estoy vivo.

miércoles, 11 de julio de 2012

JAMES STEWART

Aunque no fue un sex symbol, era un tipo alto, elegante, de hablar pausado y aspecto bonachón que tiene, sin duda, una de las filmografías más envidiables del cine del siglo XX.
Stewart nació en 1908, en la pequeña localidad de Indiana (Pennsylvania) y en el seno de una familia acomodada de clase media. Estudió arquitectura, pero se dedicó a la magia y al teatro junto a Henry Fonda antes de ir a Hollywood, donde debutó en 1935, en la poco conocida The murder man junto a Spencer Tracy. Intervino en varios títulos más, pero el éxito le llegó al coincidir con el cineasta Frank Capra en Vive como quieras (1938).
Interrumpió su brillante carrera al alistarse voluntariamente al ejército durante la II Guerra Mundial, donde participó en muchas misiones de combate como piloto de bombardero. Pasó de soldado a coronel en menos de 4 años, y  se le concedieron numerosas medallas. Al acabar la guerra reinició su carrera junto a Capra en la inolvidable ¡Qué bello es vivir!, uno de los films más geniales y optimistas que ha dado Hollywood.
Recibió el Óscar a la mejor interpretación por su papel de un periodista en la película Historias de Filadelfia (1940), y fue candidato en otras cuatro ocasiones; en 1985 recibió uno honorario por el conjunto de su carrera. La estatuilla se la regaló a su padre, propietario de una tienda de artículos mecánicos en Indiana (Pennsylvania).
Frank Capra dijo de él: "Mejor que una gran interpretación es el nivel de la no actuación, cuando el actor desaparece y en la pantalla emerge la persona de carne y hueso, una persona que enseguida interesa a la audiencia. James Stewart, es de los pocos capaces de alcanzar ese nivel".
Hizo casi un centenar de películas, muchas de las cuales se sitúan entre los principales títulos de cine clásico de los años 30, 40 y 50. Casi siempre interpretó el papel de un norteamericano corriente,  honesto, y con coraje pero recorrió dramas y comedias, westerns y cine negro. Simplemente citando algunas de las películas que protagonizó se hace uno a la idea de la importancia de la carrera de este respetable señor:
Con  Frank Capra: Vive como quieras (1938),  Caballero sin espada (1939) ¡que bello es vivir! (1946).
Con Lubitsch El bazar de las sorpresas (1940)
Con Cukor Historias de Filadelfia (1940)       
Con Ford: Dos cabalgan juntos (1961), El hombre que mató a Liberty Balance (1962) 
Con Anthony Mann: Winchester 73 (1950) Horizontes lejanos (1952), Colorado Jim (1953),  Música y lágrimas (1954), El hombre de Laramie (1955)
Con Alfred Hitchcock: La soga, (1948)  La ventana indiscreta, (1954) El hombre que sabía demasiado (1956) y rtigo (1958)
La lista podría continuar pero sería excesivamente larga.
No tuvo una infancia dramática ni frecuentó los reformatorios, sino que fue un chico inteligente y tímido y un joven trabajador y emprendedor. No se le conocen aventuras y desventuras amorosas; se casó por única vez a los 41 años con Gloria McLean, y tuvieron dos hijas gemelas. No se vio envuelto en escándalos económicos, ni se refugió en el alcohol y las drogas al verse en la cumbre del éxito. No vivió con el endiosamiento de algunas grandes estrellas. Murió en 1997 por problemas respiratorios, y aquejado en los últimos años por el síndrome de Alzheimer.
Una vez, el gran director John Ford dijo: "Stewart siempre se interpreta a él mismo, pero es que Stewart es todo un personaje".
Un gran personaje. Un personaje bueno. No quedan muchos.