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miércoles, 22 de febrero de 2012

MAMÍFEROS MUY INTELIGENTES CON UNA GRAN INVERSIÓN PARENTAL

"Dios no juega a los dados con el Universo” sentenció Einstein. Yo creo que es así, que tan solo los lanzó hace casi 15.000 millones de años y puso a rodar en una única dirección el Universo del que formamos parte. Algunos pedazos de esta materia se convirtieron en vida hace casi 4.000 m.a. y con el paso de los eones,  adquirieron una extraña propiedad: asombrarse y preguntarse por los enigmas de su existencia.
Los seres vivos son fragmentos de materia capaces de replicarse a sí mismos en clara competencia con los demás seres vivos en el implacable juego de la selección natural. Para ello tienen que gestionar de la mejor manera posible el intercambio de materia y energía con el entorno para mantenerse en el tiempo con el fin de aumentar la eficacia de su afán reproductivo. En este empeño reproductivo, conviene que aparezcan variaciones para probar todo tipo de estrategias a la hora de aprovechar los recursos que le brinda el medio. Con el tiempo la vida encontró una forma de mejorar su expansión, la reproducción sexual, para la cual hace falta unirse dos organismos y cooperar para seguir ganando la batalla al tiempo. Un gran repertorio de posibilidades se abrió para los seres vivos que habitaron este planeta. La extraordinaria diversidad de vida era el mejor aliado para que la selección de los más aptos llene de belleza el mundo vivo.
La especie humana sigue un modelo de reproducción sexual, heredado de sus antecesores, en el cual el número de descendientes es muy bajo pero se invierten gran cantidad de recursos para mejorar la probabilidad de supervivencia de la descendencia; es lo que se conoce como inversión parental. Al igual que el resto de los mamíferos, las hembras humanas realizan una gran inversión parental debido a la gestación y la lactancia, pero ésta es mayor aun en nuestra especie debido a que el nacimiento produce seres indefensos y necesitados de un largo y costoso periodo de aprendizaje. Es por esto que también el macho realiza una importante inversión parental, aunque menor que la de la hembra. No faltan razones para situar en estas circunstancias los orígenes evolutivos del fuerte sentimiento de apego que se produce en las parejas, y la importancia de la selección sexual en los humanos.
Esta peculiar forma de aparearse y cuidar a la descendencia, estaba ligada al aumento del cerebro y de la inteligencia de nuestros antepasados. Sus facultades mentales, dependientes de una progresiva complejidad de su sistema nervioso, le permitían calcular las consecuencias de una acción antes de ejecutarla. No es necesario seguir un patrón de conductas fijadas genéticamente en un ambiente cambiante. Pueden prevenir los efectos que causarán sus actos y los de los demás gracias a una potente memoria que es capaz de hacer simulaciones del futuro. Pueden aprehender las regularidades que gobiernan los fenómenos naturales y abordar sus misterios mediante conductas adaptativas que pueden compartir con los demás miembros de su especie; así,  la socialización y el lenguaje originarán la cultura.
Mamíferos muy inteligentes, donde el aprendizaje juega un importante papel en la supervivencia, y  que, por tanto, requieren una gran inversión parental. Éstos son los principales aspectos que caracterizan nuestra naturaleza y que nos hacen únicos dentro del reino animal.
Pero la reproducción sexual y la muerte son dos conceptos asociados. Se necesita una continua renovación de la materia que vaya compitiendo con eficacia frente a sus adversarios.  La muerte y los conflictos son parte consustancial de la vida, y también de la condición humana. Una desigual distribución de los recursos, y una incesante lucha en la selección sexual, llenaron el cerebro de nuestros antepasados de violencia y de ansias de poder. Estos conflictos también llevan a buscar refugio dentro del grupo, especialmente dentro de las familias, donde los intereses genéticos impulsan sentimientos de empatía, de amabilidad y cooperación que los hacen útiles para sobrevivir. La crianza con cariño y ternura proporcionan un bienestar que suponen un valor evolutivo.
Las sociedades humanas a lo largo de los siglos están lejos de ser grupos en perfecta armonía que permiten la paz y la tranquilidad de la mayoría de sus individuos. Violencia, deslealtades y homicidios en la lucha por el poder. Violaciones, celos, abandonos, agresividad en el entorno familiar y grupal. Estas fricciones continúan siendo parte de nuestras obsesiones cognitivas y forman los principales conflictos en nuestras sociedades actuales y en nuestras ficciones. Las tragedias de nuestro mundo real y de nuestro arte llevan el sello de la naturaleza de la vida y de la materia.
Conocer los fundamentos del proceso evolutivo, así como las peripecias evolutivas que nos hicieron llegar hasta aquí, nos permitirá entender mejor los principales aspectos de la vida social de nuestra especie.



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