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sábado, 8 de septiembre de 2012

Muerte

"Pero morir e ir no sabemos adónde;
yacer en frías cavidades y quedar ahí para pudrirse"

William ShakespeareMedida por medida.



La muerte es una estrategia evolutiva que apareció justamente al inventarse el sexo. No se trata de renovarse o morir sino de morir para renovarse. La materia viva encontró en el sexo y la muerte un impulso evolutivo de extraordinario éxito y diseñó diversas estrategias para su objetivo. Muchos animales utilizan una estrategia reproductiva que consiste en dejar una gran cantidad de descendientes sin preocuparse mucho de la longevidad de cada uno. Es típica de organismos pequeños donde la cantidad prevalece sobre la calidad. Una mosca vive unos pocos días, crea una gran cantidad de descendientes y luego se puede morir tranquilamente.
En cambio, otros animales, y principalmente los humanos, lo hacemos de forma contraria. Dejamos muy pocos descendientes, pero en cambio, procuramos gran cantidad de recursos para mejorar las probabilidades de supervivencia de cada uno. Cada organismo utiliza mucha energía para su mantenimiento pero en cambio produce menos descendientes. La lucha contra el tiempo, en los humanos, se vuelve consciente y obsesiva. Se pretende dejar descendencia, o huella, pero se intenta prolongar al máximo la vida, alejar el momento de la despedida. La búsqueda de la inmortalidad puede que sea tan antigua como el mismo ser humano. Incluso es más que probable que también los neandertales tuvieran esta preocupación por escapar de la muerte, por esto ya enterraban a sus muertos y los intentaban proteger con diversos objetos que pudieran tener algún efecto en el misterioso viaje.

El miedo a la muerte, la conciencia de saberse limitado en el tiempo, es una característica exclusiva de nuestra especie. Supone el principal foco de angustia en los seres humanos, llenando de infelicidad  al que la siente cercana. Pocas cosas merecen más la pena que seguir vivos, y ante el vértigo de la muerte, el hombre ha ideado todo tipo de artimañas que lo protejan y le den consuelo. Vidas eternas, reencarnaciones, cremas, cirugías, glorias artísticas... Pero no todos quedan convencidos y de ahí la sentencia de Woody Allen: “Yo no quiero ser inmortal a través de mis obras; quiero ser inmortal a través de no morirme”. En nuestros cromosomas llevamos grabados una orden inquebrantable: mantener nuestro organismo en un nivel óptimo para mantenerse en el tiempo. Mientras tanto, una de las principales ocupaciones y preocupaciones será la búsqueda incansable de parejas con las que compartir tiempo y genes. Es aquí donde invertimos la mayor parte de nuestros esfuerzos y nuestras ambiciones. Está aquí la fuente de nuestras frustraciones y nuestros entusiasmos.

La selección sexual darwiniana, es decir, la pertinaz lucha por encontrar la mejor pareja para intercambiar fragmentos de ADN, supone la principal preocupación vital y ahí se encuentran muchas de las claves de nuestras pasiones y nuestros conflictos. Y posiblemente una vana ilusión de no sucumbir del todo a la implacable muerte.

2 comentarios:

  1. Intereredante reflexion

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  2. Interesante artículo:

    te remito a un artículo de mi blog donde transcribo un fragmento del libro "The Optimism Bias: A Tour of the Irrationally Positive Brain" de Tali Sharot:

    http://quevidaesta2010.blogspot.com.es/2013/04/the-optimism-bias-tour-of-irrationally.html

    Creo que el fragmento (y el libro) os puede resultar de interés.

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