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miércoles, 14 de noviembre de 2012

FILOSOFÍA Y LIBERTAD

La filosofía es un juego del lenguaje, y pocos conceptos dan tanto juego como el concepto de libertad; de manera que un único vocablo es utilizado para referirse a una gran variedad de fenómenos distintos, que han llenado infinidad de páginas y debates a lo largo de la historia.  Intentaré no olvidar el consejo de Voltaire de procurar definir con exactitud los términos antes de comenzar a discutir cualquier asunto. Así, dejando al margen su utilización en un contexto político, social o económico (si es que no es todo lo mismo) y centrándonos en el ámbito psicológico, se suele definir la libertad como la capacidad de un hombre de llevar a cabo una acción de acuerdo a su voluntad. Pero esto supone trasladar la confusión al concepto de voluntad.

Por esto, acotemos más su significado y definamos el término “libertad”, considerado como sinónimo de libre albedrío. Se trata de la capacidad de originar movimientos o pensamientos sin antecedentes causales ajenos a uno mismo. A partir de la nada, de manera espontánea, como causa primera, el humano podría  desarrollar opciones que no se encontraban en las leyes del Universo, poseería una fuente interna, desligada de la Naturaleza, que produciría  fenómenos que no podían predecirse con anterioridad a la elección. Dicho de otra forma, se entiende por  libre albedrío  la propiedad de una supuesta alma o entidad inmaterial, esto es, un yo independiente y consciente, que actúa como única causa de nuestros actos. Es en este sentido donde yo considero que el ser humano no tiene libre albedrío sino que se trata de una ilusión cerebral.
Dejemos  aparte juegos del lenguaje y no confundamos lo anterior con la posibilidad que tienen los cerebros de anticipar las consecuencias que tendrán nuestras posibles acciones, valorarlas, y efectuar la respuesta que parece más ventajosa, lo cual depende de la interacción de la carga genética con la trayectoria vital. Esto ocurre con una extraordinaria complejidad en el cerebro humano y le proporciona muchos más grados de libertad a la hora de efectuar sus respuestas que a cualquier otro animal. Así pues, la experiencia de decidir es un proceso real con la función de seleccionar diferentes opciones de acuerdo con las previsibles consecuencias que tienen para el organismo, y por tanto nos debemos comportar “como si” tuviéramos libre albedrío. Pero el hecho es que el cerebro decide, y posteriormente tiene la sensación subjetiva de voluntad.
El hecho de que tengamos una vivencia tan clara de nuestra libertad, y vivamos con la sensación de ser agentes causales de nuestra conducta se debe a que la evolución nos hizo dualistas. Tan pronto como nuestro cerebro fue capaz de imaginar que detrás del rostro del vecino existe una mente que es parecida a la de uno (teoría de la mente), desarrollamos la idea de que existe un mundo natural ahí fuera que funciona de un modo que en ocasiones podemos predecir, y un mundo interno que podemos esconder, y que nos proporciona la sensación de agencia, es decir  la experiencia de que somos los agentes causantes de nuestros movimientos. La teoría de la mente podía tener ventajas evolutivas ya que ayudaba a averiguar comportamientos de nuestros semejantes, y, por tanto predecir sus conductas. El hombre fue un animal social desde sus inicios y saber sacar partido de las intenciones de tus compañeros de clan y de tus enemigos dio pie a la aparición de la capacidad de mentir y al autoengaño. Pero esto es otra cuestión que merece un debate diferente.

Por cierto, el vocablo libertad procede del latín “liber” que, según algunos autores, tenía en un principio el significado de persona que adquiere la madurez sexual, y que, por tanto puede incorporarse a la comunidad asumiendo ya la responsabilidad de sus decisiones.

Se suele objetar que no existen experimentos científicos que nos aclaren la situación pero a mí me parecen interesantes los experimentos de Álvaro Pascual Leone, donde mediante estimulación magnética en un hemisferio cerebral se consigue que los sujetos muevan una mano, aunque ellos continúan teniendo la “ilusión” de que “libremente” han decidido efectuar el movimiento. En otros, el mismo autor consigue en otros experimentos manipular juicios morales sobre las intenciones de ciertas conductas.  Sin embargo, no parece que la física contemporánea nos diga algo sobre una conciencia autónoma que gobierne “libremente” nuestro cuerpo, entre otras cosas porque violaría el primer principio de la termodinámica.

De cualquier manera, lo que las neurociencias sí que han demostrado es que la mente y el cerebro son la misma cosa y que responden a causas físicas. Descartado el dualismo, y desde un punto de vista materialista, el concepto del libre albedrío como un proceso real me parece que confunde las cosas. Todo son dudas: ¿en qué momento de la evolución de los homínidos apareció esta “facultad”? ¿Cuando aparece en el desarrollo del individuo? ¿Es una característica que no tienen algunos, en algunas circunstancias, o en algunas enfermedades? ¿Se puede anular mediante condicionamiento clásico, o mediante sustancias químicas? Estas dudas se me aclaran desde un punto de vista determinista donde el cerebro está determinado por las leyes de la naturaleza como el resto de la materia del Universo. Por esto  no tiene cabida este tipo de libertad.

En conclusión, las neurociencias y la psicología evolucionista han superado un dualismo que permitía reservar ciertos temas a la filosofía. La libertad, la espiritualidad, la conciencia, están siendo abordados por la ciencia y cambiaran la imagen que el hombre tiene de sí mismo. La filosofía del presente siglo no tendrá más remedio que escuchar y tener en cuenta estas disciplinas a la hora de construir sus argumentos.

1 comentario:

  1. El libre albedrío tal se formula, no existe; pero la atención selectiva ante la decisión consciente o reflexionada, sí. Hay experimentos científicos recientes que así lo atestiguan.

    Los procesos neuronales inconscientes se dan localmente y no implican la coordinación con otras áreas cerebrales como el córtex y la región prefrontal, si no se hace patente la sincronización neuronal correspondiente y se eleva a lo que llamamos la consciencia.
    Y la consciencia sirve para evaluar y seleccionar el caos de las redes neuronales. ¿No, Miquel?

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