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miércoles, 12 de junio de 2013

ANIMALIDAD



Desde hace algunos siglos, el hombre  ha intentado comprender el ser humano sin tener apenas en cuenta el animal humano. Dominados por un dualismo integrado en nuestro sistema cognitivo, tendemos a separar claramente el cuerpo del alma. Así, los médicos se ocuparon de los huesos y las vísceras y de las complejidades del alma humana lo hicieron la psicología, la historia, la economía, la sociología, la teología o la filosofía, entre otras disciplinas. Desde diferentes ángulos intentaron tantear el comportamiento humano dejando de lado su lado carnal.

 La verdadera revolución darwiniana consistió precisamente en considerar a nuestra especie como una más, sin una esencia particular que la distinguiera de las demás especies. La biología apareció como un intruso entre las disciplinas sociales que se habían encargado del estudio de lo humano, y tardó en calar en la intelectualidad imperante y dualista. Ser darwinista en ciencias sociales era inmoral además de falso; el hombre, al ser fundamentalmente cultural, solo podía explicarse desde la cultura. A esta situación se resistió la Sociobiología (1975) propuesta por Wilson, y  recientemente la nueva Psicología evolucionista. La principal novedad consiste en incorporar en nuestro patrimonio cognitivo un imprescindible concepto: nuestra animalidad.

Tener en cuenta nuestra condición animal, nuestro origen simio; aceptar que también el conocimiento, el lenguaje o la razón tienen un origen evolutivo. Tener presente que nuestro cerebro está diseñado para gestionar de la mejor manera nuestro cuerpo, y que su empeño por sobrevivir le anima a seguir, a menudo, impulsos irrefrenables que, solo  a posteriori, intenta racionalizar. Compartimos con los animales mucho más que un diseño estructural; nuestras necesidades son las mismas y nuestro origen también. Nuestra condición de animal está presente en nuestra compleja actividad, y por esto conviene tenerla en cuenta en cualquier estudio sobre el hombre.

Si a esto añadimos el importante impulso de las neurociencias en el presente siglo, que ha llevado a desterrar de nuestra condición alguna de nuestras más arraigadas ilusiones como, precisamente, nuestra mente dualista, entenderemos el surgimiento del prefijo neuro en diversas disciplinas de humanidades que estuvieron lejos de la ciencia.

Desentrañar la complicadísima maquinaria bioquímica de nuestro cerebro, no olvidar nuestra condición animal que nos emparenta con los demás animales, especialmente con los primates, son necesarias para hacer que el humano sea más comprensible, que no más razonable.


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