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miércoles, 6 de enero de 2016

HACE 80 AÑOS

Mi abuelo era, en 1936, chófer de autobús en una pequeña localidad de la provincia de Castellón. Una noche de finales del mes de julio llamaron inesperadamente a la puerta de su casa, debía realizar un trabajo del que nada sabía. Resultó ser el transporte de una columna militar a Teruel. Con las prisas, olvidó encima de la mesilla su reloj de pulsera, que no sería testigo del tiempo robado. Tenía un hijo de seis años y su mujer estaba embarazada de cinco meses. No conocería a su hija, mi madre, hasta pasados casi tres años cuando regresó a su casa al finalizar la guerra. Desconozco los detalles, pero sé que la muerte le rondó muy cerca.

En estos días reflexiono sobre el instinto de supervivencia que lo mantuvo vivo y en las solitarias noches en las que pensaría en el futuro de su hija que no vería nacer. Noches de terror y de frío intenso. Carreteras llenas de cadáveres y de odio. Me imagino su desesperación por poderse reencontrar con su familia y poder disfrutar de la sonrisa de sus hijos de los que no sabía nada. Pienso en su valentía para enfrentarse a una violencia descomunal, a una tragedia sin límites,  y en la suerte que le permitió salir indemne de los muchos tiros y los muchos muertos que rozaron sus ojos.  La incertidumbre de cada noche por saber si sobreviviría al día siguiente,  al siguiente mes. Su angustiada esperanza de retornar a un ambiente familiar tranquilo, y a su antiguo trabajo al volante de un autobús sin que las balas llenen de agujeros su vehículo.

Tenía fama de ser un hombre rudo y  áspero, pero  que contrastaba con la inmensa ternura y complacencia que mostraba hacia sus hijos y sus nietos y que yo todavía recuerdo. Mi madre no cuenta ningún episodio en que no predomine su carácter servicial y generoso con los suyos. Como si proteger a los suyos fuera la principal lección que aprendió de su desgarradora experiencia en la guerra.

Por otra parte, mi abuela parió en el interior de una cueva. Mi madre pasó sus primeros meses de vida rodeada de miedo, de hambre y de bombas hasta que mi abuela se la llevó,  junto a su otro hijo y a su propia abuela  a un pueblo más seguro, cerca de Valencia. Llevaba dos pesetas encima. Lograron sobrevivir todos y reencontrarse al final de la contienda en una casa convertida en escombros.

Todos los que sobrevivieron a aquella guerra desearían para sus nietos y bisnietos el clima de sosiego y de paz que hemos vivido en las últimas décadas y que su fracaso sirviera para evitar que se volviera a producir aquel odio entre vecinos. Cada noche, antes de acostarme,  hago una visita a los rostros serenos de mis hijos en el confort de su cama y aprecio el enorme valor de la tranquilidad de la que disfruto. Para mis abuelos esta sencilla rutina de cada noche debió ser la máxima expresión de la felicidad.

Existe una corriente ininterrumpida de información genética entre mis antepasados y mis descendientes.  Pero también existe un fino hilo de memoria que guarda el amor protector y las lágrimas derramadas y se extiende desde aquellas personas que se agarraron a la vida en unas condiciones tan extremas hasta el sueño reposado de mis niños ochenta años después.

7 comentarios:

  1. Miquel (D. Vicente): Un gran tema, para grandes comentaristas. A mí me gustaría poder encargarles de ello a algunos grandes especialistas que lo fueron en el arte de expresarse con claridad, precisión y acierto.

    De la parte histórica familiar que usted nos relata, yo encargaría a Jacques Anatole Thibault (Anatole France). Él conocía muy bien lo que pasó en Francia a partir de 1789; luego me creo que podría conocer muy bien lo que habría de pasar en España a partir de 1931, y lo que pasaría en el resto de Europa y en el resto del mundo a partir de 1939.

    Y de la parte filosófica referente a los naturales deseos de las almas, sobre sosiego y paz, y referente también al fino hilo de memoria sentimental afectiva que se extiende por las cadenas generacionales desde los antecesores hasta sus respectivos descendientes, yo encargaría a nuestro José Ortega y Gasset y al clásico René Descartes.

    Cordial saludo
    José Antonio Chamorro Manzano

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    1. Gracias por tus sugerencias y por participar con tus comentarios, enriqueciendo el blog. Un saludo.

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  2. Me ha gustado tu relato. Estoy segura de que todos
    en España tuvieron unas experiencias semejantes e incluso mucho peores. Ahora, lo que verdaderamente me ha emocionado es el gran valor que das a la paz, a la tranquilidad, el sosiego que se disfruta cuando sientes que tu jamilia vive segura y feliz en esta época que nos toca vivir. Espero que esta paz no se rompa y que todos nos queramos y nos respetemos. A mí me da la sensación de que estamos en momentos muy difíciles.

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    1. Gracias por tu comentario. Encantado con que visites el blog. Un saludo.

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    2. Puede que también te interese otras entradas recientes con inquietudes similares, especialmente la publicada en noviembre de 2015 titulada "EN CASA", muy breve, por cierto. De nuevo, un cordial saludo.

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  3. – ¡Aah del castillooo!

    – ¿Quién vaa? Y ¿Cuánta gente traee?

    – ¡Soy un fatigado viajeroo, que vengo en son de paz y soloo!

    – ¿Quéé se os ofrecee?, viajeroo.

    – Una preguntaa, cuya respuesta, de vuesa merced, atento esperoo.
    Ésta es ella: ¿Acaso y por ventura, en este respetable amurallado recinto se hallare ahora su castellano, el muy noble Caballero y Señor D. Vicente Miquel?

    – ¿Y quién pregunta por éél?

    – Mi nombre es Anatole France.
    Y no serán necesarias más señas mías, para que al instante él me pueda reconocer.

    – Caballero viajeroo, síí.
    Cierto es que, por quien vos preguntáis, se halla ahora presente aquíí,
    y buena prueba de ello es, que estáis hablando con éél.

    – ¡Oh cielos, la fortuna va conmigo!
    Si es que vuesa merced audiencia pronta se digna conceder a este vuestro incondicional amigo,
    quien, con el fin de con vos conferenciar,
    desde allende los Pirineos hasta acá, toda Francia y media España lleva recorridas ya.

    – ¡Alerta la guardiaa! ¡Subid el rastrilloo! ¡Tended el puente levadizoo!
    Y ¡Franquear el paso al ilustre caballero que llegaa!
    - - -

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  4. Excelente reflexión sobre la guerra civil y sobre la necesidad de que los seres humanos se entiendan para poder disfrutar del bien más preciado que podemos tener: paz y seguridad para que se críen los nuestros. Un saludo y enhorabuena por tan lindo blog.

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