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domingo, 29 de agosto de 2021

REFLEXIÓN FRENTE AL MAR

 La ciencia actual mantiene, sin muchas dudas, que una evolución cósmica de menos de 15.000 millones de años ha originado una especie con un cerebro que es capaz de preguntarse cómo ha llegado hasta aquí. La consciencia es esta capacidad de reflexionar sobre su propia existencia. La aparición de una mente consciente debe haber proporcionado ventajas reproductivas a esta especie que parece dominar su planeta. Pero qué necesidad había de que la evolución produzca mentes que buscan un sentido frente a un universo silencioso e indiferente, ajeno a la moralidad donde busca refugio este mono. ¿Por qué busca algo más que el placer momentáneo, qué le impulsa a buscar un mundo mejor,  por qué anhela en el futuro la felicidad si ha de llegar un momento que solo en el pasado puede encontrar la ilusión y la utopía. ¿Para qué necesitaba este primate la búsqueda metafísica de sentido a su existencia si le bastaba con ser inteligente y hermoso para reproducirse? Se hubiera ahorrado el horror, el abismo al que se precipita cuando no encuentra la solución al misterio del tiempo, la angustia frente a la inmensa soledad de un cosmos que no parece que tuviera la finalidad de que surgiera esta curiosa especie de homínido ¿O si?

 Escribo esto mientras escucho música a dos metros de la orilla del mar en un espléndido dia de finales de agosto. Observo como mi hijo exhibe su alegria de vivir mientras juega con sus amigos, a su lado unos bellos y jovenes ejemplares de nuestra especie muestran su potente hermosura y su bronceada carne. La fascinacion por los hijos, la idealizacion de la busqueda de la pareja y la obsesión con el sexo son propias de nuestra especie y faciles de entender desde el punto de vista evolutivo. Pero, ¿para qué una mente consciente de los límites de su propia existencia, indefensa ante sus propios sueños?


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