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sábado, 19 de diciembre de 2015

HACE 40 AÑOS. Y... FELIZ NAVIDAD

Era  una España con una única cadena de televisión, en blanco y negro donde Iñigo y su Directíssimo era lo más visto. El Rey Juan Carlos daría su primer mensaje en la Nochebuena de ese año. Ya estaban los siempre presentes Julio Iglesias, Raphael, Nino Bravo y Camilo Sesto, junto con los grupos Fórmula V o Los Diablos. Sergio y Estibaliz actuaron en Eurovisión y el imperturbable Georgie Dann ya bailaba el Bimbó. En fútbol estaba Cruyff, Pirri o Claramunt. En otros deportes Eddy Merck, Orantes, o Ángel Nieto.  

Se fumaba Ducados, que no creo que costara más de 15 pesetas, aunque después apareció el Fortuna, con lo que el rubio se hizo accesible para algunos, que no llegaban para el genuino sabor americano de Winston. Los adultos llenaban los bares de una espesa niebla de humo y bebían cognac, Veterano o Soberano. Se jugaba a dominó o a las cartas. Algunos bares olían a puros y a café. Otros a bocadillo de sepia. En todos había máquinas de bolas, con un duro dos partidas si no recuerdo mal, pero todavía no habían llegado las tragaperras. Los preadolescentes ya vestíamos vaqueros, los que podían, Lewis; los más mayores también la  pana y la campana y vestidos floreados para ellas. Las señoras mayores vestían de negro y escuchaban “Simplemente María” en la radio de las largas tardes de verano. Los niños, con pantalón corto prácticamente todo el año, seguían cantando con Los payasos de la tele. Heidi, Marco y Pippi Calzaslargas no andarían muy lejos. Ir al cine costaba 3 duros y aún emitían el NODO, con una voz inconfundible. Triunfaba Tiburón de Spielberg y en nuestro país comenzaba la moda del destape con actrices como Amparo Muñoz, Nadiuska, o la bellísima Ornella Muti, mi actriz preferida de aquella época sin ninguna duda, de la que estaba enamorado.
  
En esta España de hace 40 años, yo era un niño feliz que ya no creía en los reyes magos pero mantenía intacta la inocencia que me hacia vulnerable a los anuncios de televisión, especialmente a los navideños. Turrones que volvían a casa cada navidad, muñecas que se dirigían al portal con cariño y amistad, bebidas que ofrecían mensajes de paz al mundo entero, o las famosas  burbujas que te deseaban feliz navidad y próspero año nuevo. En aquel tiempo fue posible que un grupo cantara aquello de Viva la gente y que una preciosa niña a la que no conocía  me deseara Felices Fiestas en medio de una fría calle y se me quedara grabado para siempre en mi memoria. Un futuro lleno de excitantes paraísos me esperaban cuando abandonara la niñez y estas fechas de finales de año representaban perfectamente mis mejores e inocentes sueños.

Pasó lo que tenía que pasar, pero recuerdo con infinita ternura el niño que fui. Y recuerdo el entusiasmo que sentí en la fiesta de aquel último día escolar previo a las vacaciones navideñas donde el colegio se convirtió en el ambiente perfecto para intensificar las relaciones sociales con amigos y participar en juegos que mi timidez había impedido hacerlo hasta entonces. Por esos años, sólo en estas fechas se te permitía disfrutar de las noches, que se alargaban hasta los churros con chocolate de la  madrugada. Además, las navidades implicaban unas vacaciones escolares que te permitían más horas de juegos y más tiempo rodeado de un ambiente familiar entrañable. La banda sonora de villancicos, el invariable sonido del sorteo de lotería  y toda la simbología navideña han permanecido en mi memoria rodeados de nostalgia y sentimientos de concordia y generosidad. Y nada de esto tiene que ver con mis creencias religiosas.


No se sientan presionados socialmente; no compren y no coman más de lo que les apetezca y puedan; no se enfaden ni culpen de todo al capitalismo y no se cabreen con los grandes almacenes; disfruten con la gente que quieren y cuéntenles ficciones agradables a los niños junto al fuego. Mi opinión sobre el género humano se ablanda por unos días y falta que le hace. Ya sé que cuesta encontrar motivos para la alegría, y pueden resultar una autentica ñoñeria estos esfuerzos artificiales. Pero ahora que  tengo hijos y sé que si ellos son felices yo también lo soy, intento rodearles de aquel aroma de mi infancia que a mí me hizo feliz. Por eso les deseo que pasen una feliz navidad. 

4 comentarios:

  1. Su tan amable y detallada recopilación de las instantáneas comunes que caracterizaban el devenir de la juventud por aquella Navidad de hace cuatro décadas, me ha resultado muy estimulante a efectos de –como a usted dice que le ocurre– ablandar las estructuras de mi particular refugio mental cotidiano, en el que inconscientemente trato de protegerme, más o menos egoístamente, de los temores derivados de la necesaria contienda por la coexistencia y la convivencia con nuestro prójimo, con el que al fin y al cabo hemos de concertar de manera pacífica las necesidades y las ilusiones fundamentales de cada quien.

    Vaya también, para todos, mi más sincero deseo de que pasen una feliz navidad.

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    1. Muchas gracias por sus oportunas y cordiales palabras. Es muy amable al enriquecer el blog con sus comentarios. Un saludo.

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  2. LA MUCHACHITA MUCAMA

    San Telmo, Plaza de Mayo, La Boca, Calle Corrientes, La Chacarita,
    Avellaneda, Barrio Norte, Flores, Belgrano, Caballito, Palermo, Recoleta,...
    La ciudad, engalanada, alegre lo manifiesta:
    ¡Buenos Aires arde en navideña fiesta!
    ---
    La muchachita mucama, trasplantada flor silvestre pampeana,
    ajena ella a la porteña fiesta, languidece ahora solita en su pieza;
    han salido sus señores y no volverán ellos a la casa hasta los de la mañana primeros albores.
    ---
    Le llega el rumor alegre que le regala la brisa: Música, canciones, risas,...
    Pero su alma, sencilla, ensueña otras fiestas más sencillas,
    las sencillas fiestas pamperas que allá en su chácara natal conociera:
    De piba –qué linda estampa en la mitad de la pampa–
    los perfumes de pradera, los tañidos de vihuela,
    la anochecida estrellada, la vereda transitada
    y del pibe que la amaba, su enamorada mirada.
    ---
    Todo ello es ya pasado, tesoro rememorado;
    pues ahora, aquí y solita ella en su pieza, pugna contra su tristeza,
    meditando en la desdicha que le impone su pobreza.
    ---
    – En esta tarde para mí tan triste, no verme sola quisiste
    y por eso vos solícita a acompañarme viniste.
    ¡Así pues, soledad, ya nos sentimos menos solitas las dos!
    Y a esta pertinaz nostalgia que cada día más fuerte se me resiste,
    la hacés mitigar vos desde que ahora viniste.
    ---
    – ¡Oh! ¿Qué es lo que la fiesta ciudadana altera?
    Semeja el estruendo de una fuerte ventolera...
    Ya sé, me recuerda al fuerte viento pampero cuando irrumpe en el potrero...
    ---
    – ¡Que naide me cierre el paso! Grita un gaucho al saltar de su caballo;
    ¡No puedo vivir sin ella, y hasta la pampa suspira desde que nos falta ella!
    ¡Que alguien me abra esta puerta y que naide se me entrometa,
    vengo yo a por mi pebeta!
    ---
    – ¡Aah! ¡Es mi gauchito querido!
    ¡Su corazón, de amor transido, al mío ha correspondido!
    ¿Le habés oído, soledad?
    Así, ya podés vos marchar sin pena, y gracias por tu solidaridad, soledad.
    ---
    – ¡Esta ahora ya maravillosa tarde, inesperada me trae mi fiesta soñada!
    ¡Regresaremos al rancho, a nuestra pampa adorada!
    Un vestido de hilo jaspeado tengo yo para estrenar.
    Y un pañuelo serenero, para bajo su sombrero,
    ¡a mi gauchito querido se lo he yo de regalar!
    -----

    Por si mediante esa voluntariosa acuarela, consiguiese alguien mitigar mejor alguna inoportuna soledad. Cordial saludo.
    José Antonio Chamorro Manzano

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  3. MUY BUENA ENTRADA. COINCIDO CON LOS SENTIMIENTOS EXPRESADOS. ENHORABUENA POR EL BLOG

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